✔ Pero tiene necesidades históricas que esta pandemia no ha hecho más que visibilizar.
Contrariamente a lo que podría suponerse, la mayoría de los habitantes de los pueblos cordobeses más pequeños viene cumpliendo con el aislamiento social obligatorio al pie de la letra. El temor al contagio también los inunda, aunque estén lejos de las grandes ciudades donde el coronavirus avanza sin dar tregua.
El norte cordobés, por ahora, no tiene ningún caso confirmado de Covid-19. Departamentos como Totoral, Tulumba, Ischilín, Río Seco y Sobremonte están, además, en zona blanca de modo que ya comenzaron a retornar a cierta normalidad desde hace un par de semanas.

Una situación reiterada y reciente se dio, por ejemplo, con quienes accedieron al ingreso federal de emergencia (IFE), de 10 mil pesos, o a la canasta alimentaria provincial, sin tener dónde gastarlos dentro de su pueblo.

Su colega de Cañada de Luque, Víctor Molina, añade que tienen dificultades con el transporte y con el personal policial, poco frecuente y bastante escaso, respectivamente. “El Banco de Córdoba podría enviar los cajeros móviles que utiliza en verano en las Sierras un par de veces al mes, juntando tres o cuatro localidades pequeñas, para que la gente no tenga que viajar”, sugiere.
El gran intermediario

La mayoría coincide en que en esas poblaciones se está mejor que en las grandes urbes. Sin edificios, la mayoría tiene patio y vereda para dar mejor pelea a la cuarentena. “Tratamos de que el vecino use la razón y entienda que tiene que quedarse en casa en lugar de hacérselo entender por la fuerza”, concluye Molina.
En general, en los pueblos más pequeños no parece haber enojo con sus autoridades comunales, a pesar de las restricciones. Son quienes están afrontando la intermediación ante las necesidades por la emergencia.
“No tengo gente enojada con estas medidas. Saben que todos los insumos los vienen bancando la Municipalidad y hasta pagamos los adicionales de policía para hacer cumplir el aislamiento”, asegura el intendente Sebastián Peralta, quien no dudó en denunciar a una sobrina porque estaba con visitas y también a 12 efectivos de la Policía Judicial porque hacían un procedimiento sin mantener distanciamiento ni llevar cubrebocas.

En Capilla de Sitón, el jefe comunal Mario Centurión cuenta que productores de la zona donaron animales que faenaron y distribuyeron entre los vecinos más vulnerables. Él mismo donó 15 mil pesos de su sueldo (que es de 50 mil) para comprar alimentos. “Yo sé lo que es estar ahí, en la pobreza. Hay gente en el pueblo que no tiene para comer. Por eso, los fines de semana llevamos raciones de fideos, de albóndigas y de arroz a 52 abuelos que la están pasando mal”, resume.
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