La propuesta, aquí, sería un poco pensar esta cuestión de la pandemia, no tanto desde las cifras de contagios o muertes, o medidas de precaución y cuidado para evitar la enfermedad, o capacidad del sistema sanitario, repercusión económica y demás; sino, ir un poco más allá de eso, pensando en el impacto subjetivo de la pandemia, como nos afecta, sacude y conmueve en el interior de nuestro ser y en nuestro ser con los demás.
El asunto de la pandemia se nos presenta como lo que algunos filósofos llaman del orden del “acontecimiento”, como aquello que implica una ruptura con la situación o en el estado de las cosas. La continuidad del ser-en-el-mundo de pronto se quiebra, el mundo ha dejado de ser el lugar que conocíamos, el escenario cambió radicalmente y el sujeto que somos tampoco puede continuar siendo el mismo.
Es un descoloque, como caminar en la arena, de pronto algo sucede y la realidad nos lleva puestos, como a veces se dice, y perdemos los anclajes, y ya no podemos seguir sujetándonos a lo conocido y seguro, porque mucho de eso conocido y seguro ya no existe más.

Lo que vendrá
Recientemente, aparecieron algunos artículos, o declaraciones acerca de cómo será el mundo después de esto… intentos todos por recuperar algo de la seguridad perdida, porque entender y conocer siempre nos dan seguridad y eso, de alguna manera, tranquiliza. Lo cierto es que nadie sabe y nadie puede saberlo. No es posible hacer futurología aquí.
Y los que mejor podrán sobrellevarlo serán aquellos que estén dispuestos a aceptar esa pausa, a transitar esta ruptura en la continuidad, sin expectativas y sin anticiparse a lo que vendrá, dejando que simplemente suceda y tolerando la angustia y la incertidumbre que todo ello implica. Porque lo que los filósofos también dicen acerca del acontecimiento, es que es una posibilidad de creación: “En relación con una situación o un mundo, un acontecimiento abre la posibilidad de lo que, desde el estricto punto de vista de esa situación o de la legalidad de ese mundo, es propiamente imposible” (Badiou, A. 2009).
En concordancia con lo anterior reza el dicho: “Cuando nada es seguro, todo es posible”. Sera necesario después, reconstruirse y recrearse, sobre la base de nuevos anclajes, y pensar qué mundo queremos habitar después de todo esto, recuperando el lazo que nos liga y nos une a los demás, rescatando la trama que nos contiene a todos, un mundo sin tantos excluidos, donde lo que desde la lógica del hoy parece imposible, mañana sea posible.
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