Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)
Dos amigas cruzaron sus caminos para enseñarse mutuamente a superar miedos y el vehículo fue un caballo. Allí, nació una amistad y también un proyecto que se pudo materializar recién diez años más tarde. Hoy, la escuela de equitación campera cumplió dos años superando los obstáculos del clásico estereotipo de terapia.
Ubicado sobre Ruta 9, en el predio de la empresa agropecuaria NAG Argentina, Andares es apoyado gracias a la responsabilidad socio empresarial de la entidad. Fernanda Meinero (arquitecta/encargada ecuestre), Pilar Martínez (psicomotricista), Viviana Toso (kinesióloga y fisioterapeuta), Yamile Giglio (psicóloga) y Valeria Porte (profesora de música) son las cinco fundadoras que, acompañadas por un gran equipo de profesionales, llevan adelante la actividad.
“Es un sueño hecho realidad que empezamos las dos hace muchos años. Es la unión de la fortaleza que dan los caballos y el impulso para seguir adelante. Por eso, se llama Andares. Andar no solamente para los chicos que tienen su rehabilitación motriz sino el andar nuestro de cada día, de poder caminar. Andar todos juntos”, explicaron casi al unísono Meinero y Toso.
Vínculos

Las claves del crecimiento que tuvieron en tan poco tiempo están en la mirada desde la cual se llevan a cabo todas las acciones, aseguraron. Todas las profesionales del equipo saben montar y conocen de caballos por lo que poseen herramientas más allá del conocimiento médico específico sumando, además, una mirada interdisciplinaria de abordaje para cada alumno.
La participación de los integrantes en todo el proceso de la jornada que va desde preparar el animal hasta realizar la monta, también es otro factor que destacaron. “Es un aprendizaje fantástico porque de pronto estás con un animal que pesa 500 kilos, que tiene la fuerza de una bestia y puede hacer lo que quiera pero hace lo que vos le decís. Ahí empezas a respetarlo, a darle una orden para que a mí me favorezca pero que a él no le haga mal. Esto hace que los chicos generen conductas, respeten los tiempos, los espacios y respeten al otro como un igual”, resumió Meinero.
Por la ley

Siguiendo con los aspectos positivos de las dinámicas, las fundadoras narraron que buscan planificar los encuentros de manera diferente y toman decisiones arriesgadas para lograrlo. “Tenemos grupos que están integrados por chicos que vienen de lugares socialmente deprimidos, con chicos que tienen Asperger y otros que vienen de una clase social alta, pero tienen problemas de conducta y están todos juntos. En Andares no se usa uniforme, nadie usa breech (pantalón para monta) ni botas, vienen con lo que tienen. La idea es que no haya etiquetas de ningún tipo y que puedan sanar todos juntos. El caballo los iguala a todos”, finalizaron.
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