Hay que abandonar la candidez de pensar que los gobiernos son solamente el fruto de la elección de los ciudadanos, cada cuatro años. Ojalá fuese así.
En realidad, hay mecanismos más complejos (y más oscuros) que van orientando los sentimientos de un electorado que ejercita más el estómago que la cabeza cuando elige.
Hay poderes económicos (con el poder de los medios de comunicación incluidos) que van operando sobre una constelación de contenidos que logran en muchos casos torcer voluntades, hacer cambiar de pareceres, y hasta emitir juicios definitivos sobre la clase y dirgencia política.
Emitir un voto es una sumatoria de todas esas intencionalidades de los poderes económicos tamizados por nuestras propias percepciones y plagados de informaciones falsas o falseadas a propósito. Más un poco de posverdad en donde lo verdadero tiene más que ver con lo que siento sobre un tema que sobre la evidencia científica que existe sobre esa creencia.

Por eso, la propuesta de muchos pensadores es sentar la duda como método, siempre. No creerle casi nada a casi nadie, hacer investigaciones por fuera de los canales formales, leer a los que se sabe independientes, intercambiar información con otros iguales, y sacar otras conclusiones.
Hay que enseñar a pescar, en lugar de dar el pescado, dicen los dueños del río, de los peces, de las redes, de las cañas, de los anzuelos y de todas las cosas. Nosotros creemos que primero hay que compartir el río. Y repartir las redes, las cañas, los anzuelos, para luego poder enseñar a pescar. Dudar como Galeano parece buen método.
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