
Ya no se trata de una expresión de deseos o de una declaración de voluntades o de una concesión que el género masculino realiza para “calmar” alguna bronca. Sería necio no reconocer que las mujeres son protagonistas en estos días de un empoderamiento que las ha llevado a señalar en voz clara y alta que no están dispuestas a seguir siendo relegadas en la discusión de los temas trascendentales.
Es la reivindicación de la necesaria igualdad entre géneros, muy diferente a la que aparece escrita en los papeles. Y como bombas pequeñitas vienen volando todo tema que consideran de su incumbencia.

Y vimos esa protesta airada en contra de la violencia machista en manifestaciones, marchas, instalaciones, intervenciones callejeras.
El otro claro ejemplo y más reciente en el tiempo tiene un color y un objeto como símbolo: el pañuelo verde. Fue la representación de una discusión inédita en nuestro país que vino a derribar la creencia de que una mujer solamente puede decidir sobre su cuerpo cuando no está embarazada.

Se repite en la crítica a la distribución de los roles de jefatura en el mercado laboral, en las licencias por embarazo, y en el embarazo como freno para acceder a un trabajo.
De ese empoderamiento ya no se vuelve, hay un movimiento que no admite otra marcha que no sea hacia adelante.
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