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¿Qué puede pasar cuando nos exigimos ser siempre demasiado fuertes?

Por: Adriana Felici (Periodista - directora sección En Familia)

Durante toda su vida fueron los "fuertes”: hijos fuertes, amigos fuertes, padres fuertes... Son los que siempre saben qué hacer y qué decir. Tienen la palabra justa. Y la solución también. Enfrentan los desafíos con el ímpetu de los “indestructibles”, y para rematar, cuando algo no les sale como esperaban, se “levantan”, pasan página y siguen adelante. Sin pausa y sin descanso.
¿Qué consecuencias puede traer ser siempre el que “todo lo puede”? El que sostiene, apuntala, aguanta… “Ser siempre el fuerte puede tener un costo elevado. No se puede ser así toda la vida. Llega un momento en el que ya no se puede más”, afirma categórica la Lic. María Gabriela Corthey (MP A3286), y agrega: “No se puede vivir en un desequilibrio permanente entre lo que se da y lo que se recibe”. 

¿En qué ámbitos se nota más este tipo de personalidad? 
- Las personas que son así intentan dar todo lo que pueden de sí mismos en todos lados: trabajo, hogar, pareja, amistades. Son personas que además son siempre los fuertes para consigo mismos: es como que todo lo pueden y nada los abate.
Pero, ¿no es loable no dejarse abatir por los contratiempos? 
- Sí, claro. Pero hasta cierto punto. Cuando se pasa demasiado tiempo sosteniendo un perfil de fortaleza, puede sobrevenir el agotamiento emocional. El psiquismo tiene un punto límite de tolerancia. 
¿Es como que los demás se aprovechan de su buena disposición? 
- Los demás suelen verlos como si no tuvieran necesidades propias o como si fueran más fuertes que el resto y pudieran aguantarlo todo.
¿Es una característica de cierta omnipotencia?
- Son personas a las que les cuesta reconocerse como seres humanos con momentos de fortaleza y de debilidad. Les cuesta reconocer sus miedos, así como sus partes frágiles y extenuadas.
¿Cómo darse cuenta de que se está actuando así?
- En general se advierte cuando aparecen las consecuencias negativas a nivel físico y emocional, y “ser fuerte” pasa a ser extenuante. Así es que se comienza a tomar consciencia de que se necesita más descanso, más contención y más presencias. Se llega a este estado de agotamiento por sobrecarga de esfuerzo y/o sucesos estresantes. Pueden ser por excesos laborales o por cargar durante largos períodos con la responsabilidad de asumir conflictos o responsabilidades de cualquier tipo.

Repartir cargas

La Lic. Corthey apunta que si aparecen signos de agotamiento emocional es hora de empezar a aprender a repartir las cargas. ¿Cuáles son los indicios principales?

  • Cansancio/ fatiga física. 
  • Insomnio. 
  • Irritabilidad. Hay cierta pérdida del control con frecuencia; mal humor y extrema sensibilidad  a las críticas o gestos de desaprobación.
  • Desmotivación: falta de entusiasmo e interés en las actividades habituales. 
  • Dificultad para identificar las emociones. 
  • Olvidos. 
  • Dificultades para pensar. 
  • Adicciones (puede haber un aumento de la dependencia al alcohol o sustancias. 

¿Cuál puede ser el origen de esta forma de personalidad?
- Sin duda que hay aspectos en la personalidad e historia de una persona para haber sido de esa manera consigo mismo y con los demás. Pero también influye muchísimo la presión social que quiere hacernos creer que para ser personas de éxito hay que ser multitaskers (hacer muchas cosas y bien al mismo tiempo).
¿Qué hacer para cambiar esta costumbre?
- Uno de los primeros aspectos a modificar es reducir las críticas hacia uno mismo. En realidad, todos somos débiles y fuertes en distintos momentos de la vida. Lo ideal sería mantener un equilibrio: aceptarnos como somos en todos los sentidos: los buenos y los malos; los fuertes y los débiles. De eso se trata ser humanos. A veces nos tocará ser quienes sostenemos, y otras necesitaremos ayuda.
¿Es posible que quienes se creen indestructibles, tengan dificultades para pedir ayuda? 
- Es posible. Hay personas, por ejemplo, que creen que pedir ayuda es una muestra de debilidad. O como temen que el pedido sea rechazado, prefieren “arreglárselas” solos.

Consejos


  • Observar la relación que tenemos con nuestra parte exigente.
  • Una vez identificada tomar conciencia de la respiración, de nuestro cuerpo y necesidades reales, y hacerse de tiempo libre para relajarse.
  • Practicar la indulgencia hacia uno mismo; especialmente hacia nuestros errores. 
  • Aprender a usar el humor (especialmente cuando nos equivocamos). 
  • Ser realistas con los objetivos y exigencias: planear pasos cortos y progresivos en lugar de metas inalcanzables que sólo suman presión.
  • Lo más difícil: Aprender a poner límites. A los demás… y a uno mismo. Aceptar todo lo que nos piden o proponen implica un esfuerzo desmedido que nos aleja de la salud emocional, concluye la profesional. 
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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