La estampida del dólar, la falta de confianza en el gobierno, la devaluación del peso, y la pérdida del valor adquisitivo del salario saben mejor con una cuota de sonrisas.
Los memes que fueron acompañando los momentos de tensión social que vivió nuestro país esta semana ayudaron a que sean menos tensos.
Desde aquellos que bromearon sobre los próximos fideos asados de los que disfrutaremos, hasta los que mezclaron imágenes de gatos y helicópteros como señal de que a este gobierno y a este presidente le queda poca cuerda.
Placas rojas de Crónica con “Último momento”, mapas del partido de la costa en Argentina con ficticios nombres en inglés para lugares bien conocidos por nosotros. Las redes sociales hicieron el resto: cada mala noticia se vio amortiguada por un meme que, cuando menos, nos sacó una generosa sonrisa.
Y aunque parezca una salida elegante de esta semana, en realidad es una práctica frecuente del argentino medio reírse de su propia desgracia. Ya pasó con los trágicos eventos de 2001, pasó con el menemismo, con Alfonsín y pasaba también con los militares a través de revistas como Humor y de viñetistas como Landrú. Y pasaba incluso en el siglo XIX y principios del XX con la desaparecida revista El Mosquito.
Los argentinos nos defendemos de la desgracia a viñetazo limpio y también reflexionamos sobre lo que somos y lo que hacemos a viñetazos. Quizás sea una manera de evitar que esta sucesión de malas decisiones políticas termine por arruinarnos la vida y haciéndonos caer en depresión.
No es desviar el foco de los problemas, es una estrategia para poder mirar el problema de frente y seguir afrontándolo, como lo hicieron nuestros abuelos y nuestros padres y como, probablemente, harán nuestros hijos (si es que no se mandan a mudar a otras latitudes).
Quizás esa risa nos sirva, también, para poner a las cosas materiales y a los caprichos de la economía en su lugar porque la vida sigue siendo un milagro; los amigos y la familia, una bendición; el trabajo, una forma de ser útil a otros; y el encuentro, nuestra mejor cualidad.

Claudio Minoldo
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