Pasada la incredulidad, el estupor, y la ironía de que el exgobernador haya muerto justo en una ruta por la que peleó tanto, lo cierto es que comenzó el interrogante sobre el día después.
Está claro que el poder de José Manuel de la Sota era intransferible, no podía darse como herencia, ni tampoco hay otro seguidor que encarne tan claramente su pensamiento o tenga una “pasta” similar a la que tenía el “Gallego”.
En Unión por Córdoba se sabe, además, de que cada cacique contaba con su “gente” y que muy pocos tenían la virtud de ser fichas intercambiables entre gestión y gestión.

El otro interrogante para 2019 lo tiene Cambiemos que deberá contrarrestar la utilización de De la sota como caballito de batalla. Durante la campaña, De la sota será más que un recuerdo, será presencia viva, y aparecerá hasta en cosas que nunca hizo o frases que nunca pronunció. Vale recordar que el inefable Carlos Saúl (el que nos llevaría a Japón en dos horas por la vía estratosférica) montó la campaña de su reelección de 1995 sobre la muerte de su hijo Carlitos Junior. En Argentina, como en muchos otros países, la muerte es proveedora de votos.

Desde luego que será recordado como un inteligente jugador, un hábil orador, un hombre de carácter, un adelantado a sus pares, con ideas realmente innovadoras, y programas que pusieron a Córdoba en la mira de todo el país mucho tiempo.
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