Uno puede decir “rueditas pequeñas, metálicas, dentadas, que se fijan a la bota del jinete y que se clavan en las carnes del caballo al galopar” o, sencillamente, decir “espuela”, tal como Les Luthiers hacía en el famoso Gato con explicaciones.

Es hora de dejar los eufemismos, de dejar de consentir que un empresario utilice un lenguaje coloquial para explicar lo que es inexplicable. Nadie está obligado a quebrantar la ley, salvo en los regímenes totalitarios es donde la obediencia debida manda.

Roggio, concesionario de la red Metrovías que brindaba trabajo a muchas familia, fue más allá y dijo: “No tuvimos oportunidad de negarnos a esta exigencia”, y también agregó: “Soportamos la presión hasta el límite de nuestras posibilidades, máxime teniendo cuenta que se trata de un servicio esencial y la gran incidencia del rubro personal (70% del total) en los costos de operación del servicio”.

Ojalá la Justicia no tenga con ellos la misma benevolencia que vienen demostrando algunos medios de comunicación, que los jueces llamen a las cosas por su nombre y condenen por ello.
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