Por:
Adriana Felici (Periodista - directora sección En Familia)
Las emociones positivas -alegría, optimismo- tienen muy buena prensa, pero cuando nos asaltan “las otras” –enojo, pesimismo- podemos llegar a negarlas.
Las emociones negativas no sólo no gozan de buena prensa sino que nos generan una serie de inconvenientes en nuestras respuestas conductuales y en el poder reconocerlas para poder asumirlas y trabajar sobre ellas en pos de una mejora en nuestra calidad de vida y de nuestros vínculos, señala la Lic.
María Sol Altamira (M.P. 3151) y apunta que para reconocer las emociones “negativas” primero tenemos que comprender la función de las emociones en general: La palabra emoción procede del término latino “emotio”, que significa “movimiento” o “impulso”. Esto implica que las emociones son estados afectivos; reacciones psicofisiológicas que tienen una función adaptativa para el organismo y su medio ambiente.
Podemos concebirlas como una fuente de información; como un impulso que nos avisa de que algo sucede, pero que no nos incapacita para poder evaluar qué acción tomar al respecto.
La psicóloga puntualiza que las emociones nos comunican información: Información sobre nosotros mismos a la que debemos prestar atención, ya que no hacerlo puede provocar inconvenientes no sólo en relación a nuestros vínculos o resolución de situaciones de la vida diaria, sino y sobre todo en la relación con nosotros mismos; con nuestro mundo interno.
La negación
Ante el registro de emociones negativas o displacenteras, de manera inconsciente solemos utilizar el mecanismo de negación, dice la profesional, explicando que se trata de un mecanismo de defensa que hace que evitemos la angustia ante lo que estamos vivenciando, o bien la ansiedad y las situaciones frustrantes.
Cuando negamos un sentimiento o un hecho es porque percibimos un problema y tendemos a evitarlo, enfatiza y aclara que reprimir nuestras emociones y sentimientos puede convertirnos en personas desganadas, apáticas, ansiosas, nerviosas e irritables.
Cuando negamos aquellos sentimientos que nos producen un desgaste de energía, sin darnos cuenta terminamos gastando mayor energía en el intento, observa, y detalla que ante estas circunstancias se genera la necesidad de mantener todo bajo control.
Pero al ser esto imposible, surge la impotencia y frustración. Siempre habrá cosas que escapan de nuestro control y esto puede generar mucha angustia o ansiedad, dice.
Poner la culpa “afuera”

Una forma muy corriente de manifestación de este mecanismo de negación es no asumir nuestras propias dificultades,
culpando a personas o circunstancias externas. Por ejemplo: ante alguna tarea que no hemos podido realizar tal como estaba prevista o solicitada, algunas personas asumirán su responsabilidad tratando de corregir el error o la falencia, mientras que otras tenderán a negar las emociones negativas que les genera la idea de no haber hecho las cosas bien; culpando a circunstancias externas (por ejemplo la dificultad de la tarea o la mala suerte) que permite desplazar lo que era mi responsabilidad a otro.
Altamira explica que esto ocurre porque afirmar que no hemos logrado satisfacer lo propuesto nos genera una
tensión y culpabilidad que a veces no somos capaces de afrontar. Esta misma circunstancia puede ocurrir en cualquier faceta de la vida, como en una relación de pareja, de vínculos con otros, en el trabajo, con los hijos…
Son situaciones donde uno evita reconocer y hacerse cargo de su responsabilidad o parte de ella, depositándola fuera de sí; en otro al que se vivencia como responsable, advierte.
¿Qué hacer?

No se trata de evitar la emoción que percibimos como negativa o la situación que la provoca, sino de vivirla y hacerle frente para vivir en mayor estabilidad y salud mental. Conviene resaltar que no se trata de expresar todo cuanto nos molesta, enoja o duele, sino de permitirnos el contacto interno con nuestro campo emocional; el registro de nuestras emociones y a partir de esa información que nos brindan, desarrollar recursos para hacernos cargo y así lograr una mejor calidad de vida emocional.
Esto implica ajustar nuestros pensamientos a nuestros sentimientos para poder pasar a acciones de manera responsable y saludable, especifica, aclarando que en lo que respecta transitar el conocernos y asumirnos para poder transormar nuestras maneras de resolver situaciones, muchas veces requiere de la intervención de un profesional formado, a fines de que el proceso de conocimiento y las implicancias que éste tiene cuenten con el acompañamiento adecuado.
Dos caras de una misma moneda
A las emociones positivas es más fácil reconocerlas, mientras que las negativas -salvo que sean muy espectaculares como un ataque de ira- es más común ocultarlas. A continuación una lista de las principales emociones que podemos experimentar comúnmente:
- Positivas: Amor, alegría, generosidad, gozo, afecto, esperanza, agradecimiento, admiración, humildad, optimismo, satisfacción, entusiasmo.
- Negativas: Tristeza, angustia, enojo, rabia, furia, ira, hostilidad, mezquindad, vergüenza, odio, envidia, miedo, pesimismo, frustración, desesperanza, hostilidad.
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