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Niños: ¿cuál es la mejor manera de formarlos para la vida?

Por: Adriana Felici (Periodista - directora sección En Familia)

¿Cómo lograr que los niños hagan las cosas correctamente, sin recriminaciones, gritos, ni poniendo penitencias? Curioso y preocupante: sinónimos de disciplina son los términos “cilicio, azote, látigo, flagelo…”. Sin embargo, todos sabemos que poner un límite no es castigar. Es guiar, orientar.
El enfoque punitivo de la disciplina invita a la rebeldía o a la total sumisión, mientras que el enfoque positivo invita a la cooperación, al respeto mutuo, responsabilidad e interés social. La disciplina siempre debe motivar a un niño a ser mejor, afirman las responsables de la página "Mamás Gallina”. y ponen un ejemplo cotidiano: Cuando aparece un florero roto, nuestra primera reacción suele ser decir: ¿Quién lo rompió? ¿Quién fue? Cuando buscamos culpables, los niños nunca querrán asumir su responsabilidad porque preguntas como ésta se perciben como una amenaza. En lugar de eso demos la información que ellos necesitan para hacer las cosas correctamente y dejemos que propongan soluciones al problema, sugieren.

De cintos y ojotas
Cuando los padres llegan al consultorio dialogamos sobre límites y cómo decirles lo que está bien y mal a sus hijos. Allí surge el concepto de disciplina, y se escuchan testimonios como: “A mí me pegaban con el cinto”, o “Me metían toda la tarde en el baño”, o “Desde pequeño me agarraban con la ojota….”… Haciendo un poco de historia, la disciplina servía para alinear a los hombres para la guerra, y con el tiempo la disciplina sirvió para lograr el orden social, reflexiona la psicopedagoga Gladys Giacinti, y puntualiza: Cierto es que para lograr un mejor desarrollo, autonomía y desempeño en las relaciones humanas es necesario que haya disciplina, pero es importante saber poner límites desde el afecto; sin perder el vínculo de amor que une a padres e hijos y a docentes con estudiantes, señala ampliando el espectro de personas que cotidianamente tienen peso en orientar a los más jóvenes.
Giacinti apunta que los adultos no debemos temer a poner límites, y aunque a algunos les moleste haber tenido padres excesivamente severos, tampoco irse al otro extremo siendo exageradamente permisivos. Tiene que haber un equilibrio entre firmeza y afecto, puntualiza. Asimismo dice que hay que tener cuidado con los “acuerdos”: Hay cosas que no admiten negociación;  y sobre todo no hay que decir una cosa y luego cambiarla”, subraya, y cita un ejemplo típico: “Podés salir hasta las 3. Pero papá, todos mis amigos vuelven a las 4… Bueno, está bien, vení a las 4”. Cuando se fija un límite, hay que mantenerse en lo dicho; excepto que haya argumentos de peso para cambiarlo”, remarca, enfatizando que los niños y adolescentes tienen una percepción muy especial de las debilidades de los padres: Por eso es tan importante que ambos progenitores se pongan de acuerdo en cuanto a los límites, subraya. Éstos deben estar siempre presentes. Se logra desde pequeños a través de un vínculo afectuoso, con comunicación, diálogo y una constante atención y mirada hacia los seres en evolución, dice.

Respeto y diálogo
Algunas pautas que pueden ayudar a los padres:

  • Nunca desautorizarse delante de los hijos. Es necesario que dialoguen como pareja para lograr acuerdos sobre la puesta de límites; cada uno cumpliendo con su rol, expresa Giacinti. 
  • Para poner límites hay que demostrar firmeza y seguridad. Es preciso ser constantes en el ejemplo, y, como adultos, cumplir con lo que se dice y se hace. Los niños idolatran a los padres y ellos son los modelos a seguir, recuerda la profesional. No es recomendable fijar una norma y luego cambiar de postura sin fundamentos. 
  • Claves de oro: respeto y diálogo.  
  • Cuando se fijan normas no hay que estar mirando el celular. Mirar y escuchar a los hijos.
  • Hablar con los hijos de lo que se espera de ellos respecto del aseo, cuidado de su ropa y pertenencias, modo de expresarse, alimentación, relación con amigos y adultos, uso del dinero… En pocos años esos niños o adolescentes serán jóvenes y adultos, reflexiona la psicopedagoga. Si los padres creen que se equivocaron, siempre es momento de volver a empezar, e incluso de pedir ayuda a un profesional. Anímese –concluye Giacinti- a poner los límites con claridad y firmeza, recordando que uno de los mejores tesoros que le dejará a su hijo es una buena formación en valores.

Principios de la disciplina positiva
La disciplina positiva se basa en algunos factores clave: 

  • Relaciones horizontales. Todos tenemos los mismos derechos: el educador o personas a cargo deben hablar al mismo nivel; sin superioridad. 
  • Escuchar activamente. Prestar atención. 
  • Hacer sentir al niño que es importante y que forma parte del grupo (familia o escuela). Involucrarlo. 
  • Educación a largo plazo. Trabajar con herramientas que busquen la educación a largo plazo para enseñar habilidades de vida.
  • Animar y dar aliento. En lugar de alabar, motivar. 
  • Ser amable y firme al mismo tiempo. 
  • Ver los errores como magníficas oportunidades para aprender. 
  • Permitir que los niños experimenten las consecuencias naturales de sus decisiones.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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