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Imposibles: las batallas que hay que dar

Hay un momento en que tenemos que dejar de decir ‘¡qué barbaridad!’ y tenemos que afrontar los desafíos que parecen más difíciles de conseguir. Es imperioso y urgente.

“Las personas mayores aman las cifras. Cuando les habla uno de un nuevo amigo nunca te preguntan de cosas esenciales. Jamás te dicen: “¿Cómo es su voz? ¿Cuáles son sus juegos favoritos? ¿Colecciona mariposas?” En cambio, te preguntan: “¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto gana? ¿Cuánto gana su padre?” Y, al obtener las respuestas a estas preguntas, creen ya conocer a las personas”, dice un fragmento de El Principito, la inolvidable creación de Saint Exupery.
Y en nuestra cotidianeidad, cuánta vigencia tiene aquel fragmento literario. Nos obnubilan las estadísticas: que si dos de cada diez embarazadas son adolescentes, que si tal obra costará determinada cantidad de millones, que si los muertos en accidentes viales son un equis porcentaje cada año, que casi ninguna causa judicial por corrupción termina con un preso, y un largo etcétera.
Y todo ese maremoto estadístico suele servirnos para ensayar nuestro asombrado ¡qué barbaridad!, como si ese estado de consciencia fuese a cambiar un ápice de la realidad en la que estamos inmersos.
Pero la verdad es que no. No la cambia, no la detiene, no la hace cambiar de dirección. Hemos hablado en numerosas editoriales anteriores de la necesidad de generar conciencia ciudadana y participación cívica. Y habría que agregarle participación política (no partidaria). Estar más atento a lo que pasa con la “cosa pública”, más cerca de los funcionarios, de los que deciden, de poder aportarles desde la crítica y la sugerencia aspectos que pueden no haber tenido en cuenta a la hora de planificar políticas públicas.
Hoy, es fácil esa cercanía. Las redes sociales y la hipercomunicación nos salen en auxilio de esa necesidad. No habrá comunidad que cambie sino cambiamos nosotros.
Ni habrá comunidad que cambie sin iniciar por los desafíos que parecen imposibles, lejanos, irreversibles. Urge pensarlos y traccionar para irlos alcanzando en un proceso.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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