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Celebración de la diferencia

Van pasando los años y muchos sueños que se motorizaron siguen pendientes de cumplir, pero en muchos órdenes de la vida a veces hay solo marcha hacia adelante.

Durante muchos años, las personas con discapacidad (forma correcta de llamarlas y no personas con capacidades diferentes o capacidades especiales) parecían confinadas al encierro del hogar familiar. No era muy frecuente ver por la calle a niños o jóvenes con síndrome de down o lesiones cerebrales.
La escolarización para ellos estaba restringida a la educación primaria y los primeros años de la secundaria y después venía la nada misma. Las propias familias creían que era una suerte de “causa perdida” y no había estímulos ni rehabilitación programada.
Al encierro, le siguió la apertura de lugares especiales para ellos. Una suerte de ghetto en el que se lograba juntar a todos los “iguales” como si fuesen una suerte de club, pero que no tenía competencia con otros clubes, salvo que fueran clubes iguales a los de ellos.
“Es enfermito”, solían decir las abuelas sobre esas personas, sin distinguir síndrome de lesión u otras causas.
Por suerte, en la evolución de la comunidad internacional, estamos aprendiendo a celebrar las diferencias y a dejar de tratar a las personas con discapacidad como extraterrestres. Son nuestros vecinos, viven en nuestros barrios, concurren a nuestras escuelas, visitan los mismos comercios, les gustan las mismas cosas que a nosotros nos gustan, se enamoran, sufren por amor, se entristecen, ríen, lloran, se agarran rabietas, tienen días buenos y malos.
Nada nos exime, en algún momento de nuestra vida, de pasar por una instancia de discapacidad (un posoperatorio prolomgado, un yeso en una pierna, la imposibilidad de caminar tras un accidente). Por eso, debiéramos pensar en como seguir aportando instancias de inclusión.
Porque seríamos cándidos si pensásemos que está todo bien y no hace falta seguir avanzando. La inclusión en el mercado laboral de las personas con discapacidad, por ejemplo, sigue siendo el desafío más grande que nos interpela.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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