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Se cayó el techo de la cocina de la Estancia Jesús María, pero no corre riesgo el resto del edificio

En diciembre del año pasado, el Museo Jesuítico Nacional fue anfitrión de un encuentro internacional en el que se debatió la vinculación entre el estado de conservación de los monumentos y los efectos del Cambio Climático.
La Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos (CNMLBH) detalló durante ese encuentro que la nueva matriz de trabajo contemplaba, precisamente, que se incluya ese nuevo factor.
Seis meses después, el ejemplo de aquella visión se hizo patente en el Museo Jesuítico Nacional de Jesús María que vio derrumbarse una de las pocas techumbres originales del conjunto que construyeron los jesuitas durante el siglo XVIII.
¿La razón? En menos de un mes, el edificio se vio sometido a temperaturas extremadamente cálidas durante el otoño cuando -teóricamente- debería comenzar a refrescar e, inmediatamente después, sometido a lluvias durante diez días seguidos.
Si a eso le sumamos que el material que se rompió, madera, también podría haber sido afectado por factores biológicos como termitas u hormigas, la justificación del hecho está completa.

Sin razones para temer
El arquitecto Antonio Sabatté, quien se desempeña en el Museo Jesuítico de Alta Gracia, supervisó las tareas de remoción de las tejuelas, tejas, bovedilla y tirantes de quebracho que se retiraron de la “cocina” de la Estancia, donde se produjo el derrumbre y fue quien descartó que el resto de la edificación corra peligro.
“Hemos evaluado que no hay riesgo para el resto de las habitaciones porque tienen no hay señales de resentimiento en sus muros ni de desplomadura. El siniestro se circunscribió solamente a una de sus habitaciones”, señaló el profesional.
Respecto de la etapa que viene, Sabatté sugirió que no habría que descuidar el dato de que, por un tiempo, está habitación estará sin cubierta (tiene desde esta semana un cobertor tipo plástico encima de la estructura desmontada) y que, por ese hecho, está más expuesta a contingencias climáticas como, por ejemplo, otro período de abundantes lluvias y humedad. El arquitecto sugirió para la etapa de la restauración que se respete la autenticidad del edificio, es decir, que se tenga en cuenta la conservación de los elementos sabiendo su origen, su procedencia, sus técnicas, la forma en que fue construida y en que fue diseñada.

Todo a salvo
Exceptuando por una pieza, todos los objetos que estaban en exhibición en la “cocina” pudieron ser recuperados sin lamentar daños. La primera señal que hubo con el techo se detectó el mismo día de la caída con unos desprendimientos lo que llevó al personal a decidir su inmediato cierre y restricción de acceso a los turistas.
“Fue una desgracia con suerte porque es un espacio pequeño, una sola sala que representa el 2% del espacio del Museo. Nuestro equipo estuvo atento y comprometido. Tenemos un proyecto de restauración edilicia aprobado desde el año pasado que está en etapa de licitación, pero no contábamos con esta contingencia climática”, explicó Belén Domínguez, licenciada en Historia y personal técnico del Museo.
El arqueólogo Alfonso Uribe, en representación de la Agencia Córdoba Cultura, valoró el trabajo hecho tras el derrumbe: “Fue un hecho fortuito, difícil de predecir, pero todos los protocolos de actuación para estos casos funcionaron a la perfección, además de contar con la valiosa ayuda del municipio”.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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