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¿Por qué consultar a un psicólogo?

Por: Adriana Felici (Periodista - directora sección En Familia)

A veces la vida nos pone en la encrucijada de no saber cómo resolver ciertos problemas. Nuestras emociones se exacerban más allá de lo que podemos soportar; nos sentimos confundidos; sin saber cómo seguir. En estas situaciones es común que nuestros seres queridos nos aconsejen ir al psicólogo, pero muchos se niegan. ¿Por qué? ¿Será que en pleno siglo XXI todavía hay quienes piensan que eso es “para los locos”? La Lic. Carina Aiassa (M.P. 4081) considera que en estas instancias de vida lo más complicado es dar el primer paso para hacer una consulta; muchas veces por creer que la terapia es “para los locos”; por temor a que se piense que estamos “fuera de nuestros cabales”. A pesar de que se ha avanzado bastante en el mito del papel de los psicólogos, todavía la sociedad sigue relacionando esta profesión con la locura, reafirma, y subraya que lo que nos hace negarnos a hacer terapia es también el miedo a “sacarnos la coraza”; es decir a mostrarnos tal cual somos.

Buenas razones
Aiassa explica que no existen normas en relación a cuándo acudir al psicólogo; todo depende de cada uno. Subraya que tampoco es “obligatorio” hacerlo. La razón principal por la que una persona va a terapia básicamente es porque no se encuentra a gusto consigo misma en lo emocional, físico, laboral, social; en cualquier ámbito de su vida, señala, y agrega: Cuando sentimos que no tenemos control sobre nuestro día a día, cuando empezamos a somatizar (manifestación de diversos dolores, en función de las características de cada persona) o a tener ataques de ansiedad (opresión en el pecho, aceleración del ritmo cardiaco, hiperventilación o respiración muy superficial y acelerada, sudoración...), cuando no tenemos control sobre nuestras emociones (llanto, rabia, angustia, tristeza, desolación, impotencia, desesperanza...), nos encontramos en una situación límite que no sabemos resolver o no tenemos fuerza para afrontar. Puede tratarse de problemas graves de pareja, con los hijos, en el trabajo, o simplemente una desazón de la cual no logramos vislumbrar el origen.
Cuando nuestra área emocional nos arrastra y no somos capaces de analizar las cosas con objetividad y actuar inteligentemente; cuando estamos invadidos por pensamientos negativos, catastrofistas, por obsesiones o fijaciones que nos impiden vivir la vida con normalidad; ése es el momento de buscar ayuda profesional, explica la psicóloga y agrega más síntomas emocionales que pueden hacer necesaria la consulta: sentir que nuestra vida no tiene sentido; experimentar una agresividad imposible de controlar; sentir que todo el mundo está en contra nuestra; tener dificultades para descansar o conciliar el sueño; no lograr vivir la vida de manera feliz. Lo más frecuente es bloquearse, quedarse anclado en una situación y no saber cómo salir de ella, puntualiza.

El primer paso
Inmersos en estas situaciones, el primer y más importante paso para concurrir al psicólogo es llamar, escribir o pedir la consulta. En un proceso terapéutico este simple acto de pedir turno es el inicio de la sanación emocional y psicológica, enfatiza Aiassa, y agrega que como beneficios de la valentía de buscar el equilibrio emocional y psíquico comenzaremos a adoptar una nueva filosofía de vida; una nueva forma de verla y de vernos a nosotros ante ella; una perspectiva desde la cual posicionarnos con más amor, felicidad y confianza en nosotros mismos.
  La función del terapeuta consiste en brindar apoyo emocional; sin emitir juicios de valor, guiando y acompañando el momento difícil para ayudar a superarlo, así como a encontrar dentro nuestro recursos que ignorábamos tener. El psicólogo no juzga; no es su tarea. Está para ayudarnos a comprendernos para que desde ahí emitamos los cambios que creamos oportunos. Cuando un profesional nos mira desde afuera contamos con una mirada experta que visualiza lo que uno mismo no puede. El proceso de autoconocimiento que se logra a través de la terapia nos permitirá tener una vida más congruente con nosotros mismos, y como consecuencia lograr una autoestima y equilibrio favorables y fortalecidos, concluye.

El rol del terapeuta gestáltico
La Gestalt es una corriente psicológica que surgió́ en Alemania a principios del siglo XX. La base de la Gestalt es filosófica. Pensadores como Kant o Descartes elaboraron la base teórica sobre la que se desarrolló esta escuela. La Lic. Carina Aiassa lo explica así: Los psicólogos de la corriente Gestalt aplicamos el principio de trabajar el aquí y ahora; el presente. Utilizamos técnicas terapéuticas para cerrar el pasado, y del futuro lo único que sabemos con certeza es que vamos a morir. La terapia gestáltica implica una filosofía de vida que, al hacernos conscientes del momento presente, nos permite aprender a disfrutar la vida a pleno, porque cuanto más conscientes seamos de la muerte más vamos a disfrutar de la vida. El enfoque gestáltico es lo opuesto al psicoanálisis. El terapeuta gestáltico no interpreta ni pregunta el por qué, sino el para qué, el qué, el cómo… En la sesión hay un diálogo constante. El secreto radica en “darse cuenta”: cuando nos damos cuenta ya tenemos un 50 por ciento solucionado. El otro 50 es ir pasando a la acción en un proceso que depende de cada persona. Cuando aprendemos a vivir gestálticamente aprendemos a ser felices porque disfrutamos de cada momento, redondea.
Claudio Minoldo

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