La actitud de algunos seres humanos suele generar todo tipo de repudio y hasta lograr que los consideremos los menos humanos entre la especie. Así pasó con Menéndez.
La oscuridad misma, el desprecio por todo, la soberbia de quien se cree iluminado, el equivocado que nunca reconoce error, el que se lleva a la tumba secretos que les sirven a otros, el que se va convencido de haber actuado en beneficio general. Y agrega este editor: se fue de este mundo una mierda, una reverenda mierda.
Debe haber pocos casos de personajes de la dictadura militar de la década de 1970 en Argentina que hayan merecido tanto repudio por parte de tantos. Luciano Benjamín, “Cachorro”, el de la foto con el facón en mano y la intención de ir a apuñalar en plena democracia, el que sembró terror y empujó al exilio a tantos, entre otros, al querido Víctor Acha, amigo de la infancia de mi padre y sacerdote comprometido con las causas sociales más urticantes.
El que dio las órdenes y consintió violaciones, apropiaciones de bebés, el que ordenó desapariciones, y mantuvo a hierro y picana a toda Córdoba y gran parte del noroeste argentino.
Con su muerte, “Cachorro” logró que casi nadie le desee el descanso eterno y que casi todos se nieguen a pedir paz para él. Pero, como nunca falta algún caído del catre, hubo quienes se permitieron expresarle al genocida que había dejado el trabajo incompleto.
Solamente desde una humorada de mal gusto puede entenderse que en pleno año 2018 haya alguien que crea que el trabajo de los militares no fue concluido. Y esa humorada y esos deseos son imperdonables, no se pueden consentir, más allá de que se bregue por una tolerancia a quien piensa distinto.
No se puede ser tolerante con alguien que piense que suprimir al otro está bien, que torturarlo está bien, que tenerlo en prisiones clandestinas está bien, que matarlo está bien, y que ocultar toda información sobre esa desaparición está bien.
No se puede tolerar al que le tiene desprecio a la vida ajena, al que es cruel, vil, ni con el que generó la noche más oscura de nuestra historia.
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La humanidad reducida a cenizas

Claudio Minoldo
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