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El Festival contado por un fundador: Félix Vicente

A Vicente no se lo contaron. Estuvo ahí cuando nació la fiesta gaucha. Hipotecó su casa como garantía para el préstamo con el que se construyó el anfiteatro original.

Se queja -con justa razón- de que el Festival nunca le dio un poncho alusivo y de que, como uno de los últimos fundadores que aún viven, protocolo del Festival no le envía alguna entrada para alguna noche.
Tiene 87 años y está muy lúcido, tanto como para recordar en detalle cada una de las reuniones fundacionales. Asegura que la reunión original en la escuela Morandini no fue el 16 de mayo sino el miércoles 19 de mayo porque 16 fue domingo y ninguna reunión de cooperadora se hacía ese día porque ni siquiera podían conseguir que la portera fuese a abrirles.
Su nombre debería figurar en el libro que relata los 25 años del Festival y que se publicó en 1991, pero le dijo al poeta Héctor Molina que ponga sólo el suyo  porque, de todos modo, a nadie le cobrarían derechos de autor y, si los hubiere, los donaría al Festival.
La charla transcurre en una infernal jornada de verano, una semana antes de que comiencen las noches festivaleras, y Vicente está predispuesto a contar todo lo que haga falta.
Señala la foto que ilustra el libro que con motivo de los 50 años escribió Pedro Canalda donde se ve el predio pelado que recibió la Unión de Cooperadoras escolares antes de que se convierta en el anfiteatro José Hernández.
Si la fiesta gaucha es el baluarte más importante que exhibe la región, Félix Vicente y todos los que emprendieron aquello son el equivalente de nuestros próceres. Claro que Vicente jamás aceptará semejante elogio.
“Tuve en mis manos hasta hace poco los borradores del día en que nació todo. Estaban Jarbas Pereyra, Castillo, Guma, Cabello, Acosta, la señora de Milano, Corrales, y dos o tres vecinos más. No habremos sido más de diez. Ahí surgió la idea del Festival de Doma y de Folklore. Todo eso estaba en un librito de actas negro que era del colegio Morandini y donde figura que fue miércoles 19 de mayo de 1965”, recuerda Vicente haciendo gala de su memoria y describiendo dónde estaban sentados y cómo estaban vestidos los que asistieron a esa reunión.
“Iban -rememora Vicente- los chicos más pobres del pueblo, con las alpargatas rotas, los dedos afuera. Eso nos conmovió. Mi señora y otras mujeres que formaban el club de madres iban y les preparaban leche y les daban un bollito de pan y se turnaban para hacerlo. Los hombres, por otro lado, gestionábamos ayuda de aeronáutica que era padrino nuestro y nos daban ropa, buzos, zapatillas, útiles escolares. Ésa fue la misión de la Doma: ayudar al alumno. Nos daba lástima el estado en que venían muchos de esos alumnos a estudiar”.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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