Con el correr de los años, las diez noches del Festival de Doma y Folklore de Jesús María se fueron convirtiendo en una posibilidad concreta para los vecinos de esta ciudad de hacer alguna diferencia económica. Están aquellos que ponen su casa en alquiler, los que montan un negocio particular, y quienes transforman el galpón de un taller o un jardín hogareño en estacionamiento temporario.
El ejemplo más acabado de este aprovechamiento se puede ver en la parrilla de la familia Roldán, 14 hermanos que se convierten en gastronómicos diez días al año desde hace más de 30 años. El negocio se hizo conocido como los “Muchachuchos” que era la forma en que el abuelo Enrique les llamaba a los más pequeños de la numerosa prole.
En los alrededores del anfiteatro José Hernández, la feria también fue sumando otras propuestas, sobre todo gastronómicas. Son espacios que remata el municipio de Jesús María y que le dejan ganancias más que interesantes. Sin ir más lejos, el último remate le aportó diez millones de pesos, justo antes de arrancar diciembre cuando hay que pagar el medio aguinaldo.
Y en esa feria aledaña al estadio, cada vez son más los locales que deciden apostar con un negocio temporario. Desde aquellos que ponen una venta de panchos, de papas fritas, o de helados, o una peña.
Para el sector hotelero, las diez noches de enero son también la posibilidad de ocupación plena durante diez días seguidos, pero desmitifican que sea el mentado oasis que podría suponerse.
Es un evento importante porque es altísima la cantidad de visitantes que llegan y como vidriera es significativa. Les implica una preparación especial porque es un público diferente al que tienen el resto del año, pero no es lo más relevante ni lo único que mueve a ese sector.
Colectivamente, habrá que pensar en cómo hacer que siga creciendo como negocio.
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