Jorge Visintin (70, 4 hijos y 6 nietos), casado con Griselda Rossi hace 47 años, durante 29 fue jefe comunal de Colonia Vicente Agüero (San Durí para los tradicionalistas). Nunca cobró sueldo. ¿Por qué? “Para devolverle al pueblo algo de todo lo que aprendí. Y no me arrepiento”, declara sencillamente.
¿Cómo es este hombre que prefiere definirse como productor, y al que 7 décadas parecen no hacerle mella? Hace caminatas y gimnasia -“Tengo la suerte que no me duele nada”, dice, y diariamente se afana impermeabilizando el canal que pasa por su terreno. “Todos los dias pongo unos ladrillos… Empecé este año; iba a hacer 20 ó 30 metros y ya voy por 60. Para hacer algo, grande o chico, tenés que empezar. Y ponerte un objetivo. Si hoy ponés 5 ladrillos, mañana estarán puestos; ponés otros 5 y ya son 10… Lo mismo para hacer una casa… No hay que esperar todo del cielo…”. Es su filosofía de vida: “Lo mismo hice con mi terreno, la casa, la viña, el durazno… No sé si es una forma antigua de pensar pero creo que sigue siendo válida”.
Infancia
La gran amenaza
“La piedra tuvo mal a los nonos y a nosotros. En el 70 había planificado tener todo plantado de fruta: viña, duraznos, membrillos, higueras… pero en el 76 queda todo trunco porque una pedrada cambia la historia de la Colonia. Con el INTA –acota- habíamos traído 25 variedades de duraznos para experimentar. Llevaba un registro; un trabajo de hormiga que quedó trunco por la pedrada. Cuando cae la piedra papá me dio libertad de irme. Me habían ofrecido alternativas, pero no quise dejarlo solo. Volvimos a poner una cortada de ladrillos y a hacer embutidos… como les había ocurrido a ellos en el ’52…”.
Esfuerzo mediante nuevamente salieron adelante. “Mi padre y mis tíos pudieron comprar más tierras… Ese fue mi objetivo desde chico… quería trabajar mi tierra…”. Agrega que su padre fue una excepción en la zona: “Me dio la libertad de salir a aprender… Anduve en comisiones, hice cursos, estuve en el INTA… así que traía algunas ideas de avanzada”, dice, reconociendo ser un poco “bicho raro”. “Siento que siempre estoy 10 años adelante…”.
El hoy
Sus 4 hijos viven a metros de su casa; algo que también define como “suerte”. Los varones continúan la labor agrícola. “Ellos son los que me permiten elegir si quiero trabajar”. Pero Jorge no se queda quieto; siempre está haciendo cosas o armando proyectos: llevar desde hace años un registro minucioso de lluvias, sequías, piedra… desear cambiar la traza del riego… “Podría alquilar el campo y no trabajar más… pero no soy para eso. Al contrario: tengo ganas de hacer cosas nuevas. Todos me dicen: dejá de joder… Pero para mí la alegría más grande es trabajar en lo que me gusta…”.
Sus padres no disfrutaron de la siembra de toda una vida. ¿Y él? “Hasta ahora no –sonríe-. En 70 años he hecho cinco viajes. Estoy muy contento de estar donde estoy. Cuando fui a Italia me la pasé visitando productores, viendo cómo trabajan, aprendiendo. Y si volviera sería exclusivamente a eso. Mi deseo es transmitir lo que hice en la vida. ¿Por qué me lo voy a guardar si le puede servir a alguien?”.
Asegura que cuando va al campo se siente “nacer de nuevo”. “Sacamos la viña porque la piedra la había podrido… pero hoy me gustaría tener una o dos hectáreas de uva. Para mí eso es vivir. Hay momentos que te va a ir mal, pero lo único que te va a sacar es la constancia”.
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