Elena Valle de Marchetti (76) siempre quiso ser maestra. Y un día quiso ser escritora. Se dio con ambos gustos. Primero contó la historia de la escuela San Martín, y luego vinieron: “Y ellos consiguieron el agua”, “Cartas”, y “El camino de la seda en Colonia Caroya”. En el primer libro traza una detallada crónica del esfuerzo de los inmigrantes por obtener agua para subsistir; “Cartas” es una novela caroyense desarrollada a través de viejas misivas, y “El camino de la seda…” retrata la cría del gusano de seda en la Colonia, la fábrica Argenseda y a las primeras mujeres caroyenses que salieron a trabajar fuera del hogar.
La maestra
Bisnieta de un inmigrante de Gemona (de parte materna), y nieta de un piamontés (lado paterno), además de docente y escritora, fue secretaria de cultura municipal. “Mi vocación siempre fue ser maestra. De soltera estuve tres años como directora de un jardín de infantes en Cañada de Luque. Me casé y dejé porque tuve cinco hijos seguiditos… pero cuando el más chico empezó jardín empecé a buscar trabajo. Encontré en Tinoco. Estuve 12 años… y cuando salió el primer concurso de directoras, me dije: Voy a estudiar para presentarme. Y gané en la escuela San Martín donde trabajé 10 años, hasta que me jubilé”.
Como le pasa a los docentes de vocación, jubilarse no le fue fácil. “Me avisaron 15 días antes: Después de las vacaciones tiene tres días y se retira. Les pedí que me dejaran hasta fin de año, pero no. Ahora estoy tranquila, pero el primer año me costó una barbaridad -suspira-. Me gustaba trabajar con los chicos, probar cosas nuevas…”. Lo suyo fue tan innovador que tras asistir a un congreso en Villa Giardino, se preguntó: ¿Y si hacemos uno aquí? “Hicimos un congresito. Participaron todas las escuelas de la zona, gente de la Universidad de Córdoba, vinieron cuatro inspectoras con el ministro de educación… Fue fabuloso”.
De su labor como secretaria de cultura municipal (intendencia de Dalmacio Cadamuro) evoca: “Me gustaba trabajar en cultura porque podía hacer cosas por el pueblo… Se habían perdido los carnavales y los recuperamos; con Marta (Copetti) iniciamos muchísimos talleres; conseguimos los primeros gabinetes de computación; con Don Dalmacio se creó la Escuela República de Italia. Peleamos mucho con la burocracia y con la gente… Nadie quería ir a la escuela nueva… y ahora es una de las mejores de la zona…”, reflexiona, y añade que tras la jubilación siguió colaborando con la municipalidad, y que fue concejala por el partido radical.
La escritora
Pero el acicate por excelencia fue rescatar historias representativas del sacrificio del inmigrante: “Quise hacer conocer el valor del agua en la Colonia porque la generación que hoy tiene 50 años no conocía nada… Lo mismo con la seda; que la juventud sepa que existió, que no queden perdidas esas cosas que fueron un valor para la zona”.
Por su fuerte compromiso con su ciudad adoptiva trabajó con los límites: “Agregamos 10.000 hectáreas. Ahora son 18.000. ¿Por qué nos interesan zonas tan lejanas? (hay partes que casi llegan a Agua de Oro o Los Molles). Porque –explica- debajo de esas lomas hay un reservorio inmenso de agua. Hice este trabajo con Myriam Clara de Sangoy cuando éramos concejales; cada una por su partido”.
Elena escribe a mano y después pasa a la computadora. “Lo primero que me sale es a mano; me encanta escribir así”, dice. Tiene dos novelas caroyenses casi listas: “Quizás las edite el año que viene”, desliza, aunque asegura no tener apuro: “Ahora disfruto del tiempo; hago cosas que no había hecho nunca como tejer crochet. Además tengo 16 nietos y el primer bisnieto”, sonríe, y enfatiza: “Me siento muy bien escribiendo. A veces me asombro yo misma de lo que escribo. Por ahí tendría que ampliar algunas descripciones para que sean obras más extensas… Pero no –subraya- yo voy a lo concreto”.
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