Por: Adriana Felici (Periodista - directora sección En Familia)
Hace 17 años que María Isabel Vidal (49) trabaja con adultos mayores. Es directora de una residencia geriátrica, y recientemente lanzó en Facebook una convocatoria bajo el nombre “Alas para un libro”, preguntando si alguien podía brindar “un poquito de su valioso tiempo para dar amor” a adultos mayores. La idea: acompañar a un adulto mayor durante media hora semanal. “Media hora de tu amor para alegrar un corazón”, reza el slogan.
¿Cómo surgió? “Cuando los abuelos recibían visitas, yo me alegraba más que ellos… Veía que en los desfiles patrios o en eventos sociales los adultos mayores no están representados. Y –desgrana de un tirón- veía la tristeza por ser ya grandes, por estar enfermos, por saber que ya no van a volver a caminar o relacionarse como antes… Observar esa tristeza, esa soledad, me hizo pensar que faltaba algo… Si me pongo a criticar a los geriátricos; si discrimino a los abuelos porque me molesta el olor a pipí, a popó o a las células ya envejecidas, entonces voy a pensar que los geriátricos son un depósito de gente… Pero, ¿qué puedo hacer yo por ellos? Así que dije: a dejar de criticar y poner manos a la obra”.
Respuestas
La réplica fue rapidísima: “Inmediatamente me empezaron a contactar y nos reunimos”, cuenta. Empezaron 10 personas, y hoy – sólo 4 meses después- ya son 22 madrinas y padrinos (autodenominados “Corazones alados”) que comparten media hora semanal con adultos mayores; por el momento en tres residencias que lo autorizaron. Pero Marisel va por mucho más: “Me gustaría contribuir a cambiar la visión de la vejez… Todos deberíamos preguntarnos cómo quisiéramos vivir la nuestra…”.
Llegó a trabajar con adultos mayores tras quedarse sin empleo. Su madre tenía una residencia para mayores y la invitó a trabajar juntas. “Yo no sabía nada de adultos mayores, pero aprendí viendo y poniéndome en el corazón del otro. Cuando te ponés en el lugar del otro te das cuenta de lo que tenés que hacer”, dice con decisión, y entusiasmada narra cómo surgió el nombre “Alas para un libro”. “La idea era que se llamara Alas para un sabio, porque de grande uno se convierte en sabio… pero cuando escribí la convocatoria me equivoqué, y en lugar de poner para un sabio puse para un libro. Me gusta; el libro es una metáfora de sabiduría”.
Acción
Tras la primera reunión las co-fundadoras se pusieron en acción. Lo primero; capacitarse: “Debemos saber comportarnos; qué podemos hacer y qué no… Nosotros no nos entrometemos en la institución ni en la familia del adulto mayor –aclara-. Nuestro objetivo es qué podemos hacer por esa persona. Y hay que asumir un compromiso: si decimos que vamos a ir tenemos que ir porque sino el abuelito se va a quedar esperando. Así fue que elaboramos un reglamento de madrinas y padrinos”.
¿Cómo lo tomaron las familias de los residentes? “Muy bien. Coordinan para no ir a visitarlos el mismo día, así los abuelos están más acompañados”, dice, y puntualiza que a “Alas” le haría falta contar con un psicólogo para apoyar a los padrinos: “Hay que cuidarlos porque algún día el abuelo que visitan no va a estar”, dice con realismo.
Para terminar de comprender esta tarea bastaría reflexionar sobre la vida de algunos adultos mayores: “La residencia es el último desarraigo. Hay que tomar conciencia. Leí que la felicidad en el último tramo de la vida es cuando uno empieza a devolver algo a la sociedad. Los abuelos tienen muchísimo para dar”.
Última pregunta para Marisel: ¿Sentís que con “Alas” estás dejando una huella en la vida? “Creo que con el amor todos podemos dejar una huella”, dice con esa fuerza que sólo puede nacer de una profunda convicción.
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