Ruta E66, camino a Ascochinga, en obras; Ruta A174, avenida San Martín, en obras; Ruta 9 norte, nueva autovía, en obras. Cuando el conjunto de esas tres obras finalicen, los vecinos de este sector tendremos rutas más seguras, menos rotas, más veloces, con menos trampas.
El problema con esas mejoras es el mientras tanto. La sucesión de una serie de accidentes nos puso esta semana en alerta. Válida es la crítica que señala que muchos accidentes se produjeron por imprudencia de quienes conducían, pero no menos cierto es que hay problemas con las banquinas porque están descalzadas, las señalizaciones horizontales desaparecieron, y los tachos naranjas con bandas reflectoras pegadas parecen insuficientes para señalizar desvíos y atajos.
Ni hablar de la variante Juárez Celman que ahora no tiene ni una “rayita” pintada que delimite al que va del que viene, ni en las curvas ni en ningún otro lado.
Podrá argumentarse que hay carteles que señalan en los laterales determinadas prohibiciones, pero no en uno y cada uno de los lugares donde sería necesario.
Todas las obras fueron licitadas y adjudicadas por el gobierno de Córdoba que destinará millones de pesos en cada una de las mejoras anunciadas al comenzar este editorial. Lo curioso es que no se le exija a la empresa adjudicataria de las obras que resguarde al máximo la seguridad de los conductores en el mientras tanto.
La lluvia de esta semana -y la temporada de lluvias acaba de comenzar- promete añadirle un condimento más a la latente peligrosidad que muestran las rutas en obra.
En los municipios, seguramente, la administración local hará todo lo que esté a su alcance para impedir que sus vecinos tengan accidentes. El problema se suscita fuera de sus ejidos donde muchas obras no son demarcadas con todos los aditamentos de seguridad necesarios. Que no sea una desgracia la que nos movilice.
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