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Educar en habilidades para la vida: el gran desafío del siglo XXI

Por: Adriana Felici (Periodista, directora sección En Familia)

Ya no basta con brindar conocimientos: la desmotivación y falta de interés es una dificultad que es preciso enfrentar desde ángulos novedosos. Para lograrlo es fundamental educar para la vida brindando herramientas, por ejemplo, para el manejo del estrés, para alcanzar la habilidad de interactuar positivamente y para lograr la capacidad de tener un pensamiento crítico antes de aceptar criterios ajenos. Éstos son sólo algunos ejemplos del desafío a que hoy nos enfrentamos como sociedad.

Presiones y destrezas
Desde 1993 la Organización Mundial de la Salud (OMS) impulsa en las escuelas la educación en “Habilidades para la Vida”, nos informa el equipo de la Subsecretaría de Salud y Desarrollo Humano de la Municipalidad de Jesús María. Señalan que esta iniciativa se fundamenta en los cambios culturales y estilos de vida. “Con frecuencia las niñas, niños y jóvenes de hoy no están suficientemente equipados con las destrezas necesarias para enfrentar los enormes desafíos y presiones del mundo contemporáneo”, apuntan.
La educación en habilidades para la vida constituye así un estilo de educación centrado en los aspectos más personales, humanos y subjetivos del individuo, sin descuidar el papel de la interacción colectiva que contribuye a configurar su desempeño personal y social.
   “Es común que el personal docente manifieste como principal dificultad en el aula la desmotivación y falta de interés de los adolescentes. Ésta es una perspectiva que considera al joven como un individuo que debe responder a los estímulos del docente. Sin embargo, este concepto ha sido superado por la definición de un individuo incluido en un sistema -escolar en este caso- e insertado a su vez en otros sistemas: familia, comunidad, etc. La movilidad de todos estos sistemas requiere de un alto nivel de adaptabilidad”, indican.

10 habilidades
Las habilidades para la vida propuestas por la OMS son:

  • Autoconocimiento: Reconocimiento de nuestra personalidad, características, idiosincrasia, fortalezas, debilidades, aspiraciones, expectativas, etc.
  • Empatía: Capacidad para ponerse en el lugar de otra persona y desde esa posición captar sus sentimientos.
  • Comunicación efectiva o asertiva: Habilidad para expresarse de manera apropiada al contexto relacional y social en el que se vive.
  • Relaciones interpersonales: Competencia para interactuar positivamente con los demás.
  • Toma de decisiones: Capacidad para construir racionalmente las decisiones cotidianas de nuestra vida.
  • Solución de problemas y conflictos: Destreza para afrontar constructivamente las exigencias de la vida cotidiana.
  • Pensamiento creativo: Utilización de los procesos de pensamiento para buscar respuestas innovadoras a los diversos desafíos vitales.
  • Pensamiento crítico: Capacidad para analizar con objetividad experiencias e información, sin asumir pasivamente criterios ajenos.
  • Manejo de emociones y sentimientos: Reconocimiento y gestión positiva de nuestro mundo emocional.
  • Manejo de la tensión y el estrés: Capacidad para reconocer nuestras fuentes de tensión y actuar positivamente para su control.

La escuela
Es fundamental el rol de la escuela como formadora de estas habilidades. Asimismo, es de destacar que tanto desde los organismos internacionales como desde los planes educativos, se espera que el docente sea una suerte de “mago transformador y motivador constante” de sus alumnos. “Para esto es fundamental acompañarlos en el propio desarrollo personal con la finalidad de transferir desde su experiencia los recursos posibles”, apuntan desde el equipo municipal, y detallan el accionar nivel local desde esa dependencia: La formación y reflexión sobre habilidades para la vida se implementa como promoción de factores protectores y prevención de patologías. Un ejemplo es el consumo problemático de sustancias que se aborda en La Usina, en el Centro de Asistencia a las Adicciones. También se trabaja en la temática en los encuentros de GAPS, Grupo de Adolescentes Promotores de Salud.  Quizás, como adultos responsables de nuestra comunidad, el primer paso para fortalecer a nuestros jóvenes sea realizar un acto de introspección, auto-evaluarnos, y desde nuestras virtudes y limitaciones acompañar el crecimiento de los jóvenes.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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