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Ernesto Baudín, un artista de Jesús María que se adelantó a su época

La historia de un hombre que apostó por el arte y la literatura.

Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)

Entrar en su casa es ingresar a un espacio donde no transcurre el tiempo. Cuadros por doquier, pinceles en la mesa, libros y dibujos son el paisaje. A sus 81 años, Ernesto relata su vida como la de un cuento y la define de una manera singular: “he logrado vivir como quise”.
Desde chico, el ingenio y la curiosidad lo acompañaron. Amaba las historias y si no podía acceder a una revista o libro, las inventaba. Sus tíos le acercaron, sin saberlo, dos de sus grandes pasiones: la pintura y la literatura. Luego de que uno de ellos cerrara la librería que dirigía, su casa se llenó de tesoros para él. 
En sus primeros años de escuela estuvo interno en un colegio católico de Ascochinga, lugar donde transgredió algunas reglas. De noche cuando todos dormían, el pequeño Baudín leía a escondidas La Ilíada y La Odisea. El muchacho fue creciendo, estudió en un instituto técnico y a punto de recibirse, sucedió algo que cambió su rumbo.
Mientras realizaba el servicio militar obligatorio, aprovechó un tiempo libre para visitar la muestra de Benito Quinquela Martín en el Museo Caraffa, de la ciudad de Córdoba. En ese momento conoció un mundo que lo cautivó por completo a tal punto que dejó su trabajo para comenzar a descubrirlo. 
Aún realizaba tareas en SENASA cuando fue trasladado a Jesús María en la década de los ‘60. Luego estuvo como empleado del ferrocarril hasta que la pintura empezó a ser su sustento. Su primera obra le dió el empujón que necesitaba y así comenzaron las muestras. En el salón de Radio Nacional mostró su talento por primera vez. 
A lo largo de su vida, el arte lo llevó por diversos caminos: dirigió por 30 años la revista de la Sociedad Rural, restauró cuadros que hoy se exhiben en el museo de armas blancas de Colonia Caroya, realizó letreros, confeccionó afiches de sueños y números que vendía a la quinielas.

Aventurero 
Viajó por numerosos países siendo sus preferidos París (por el famoso museo de Louvre) y Brasil. En el país vecino expuso obras, vivió por algunos años y creó un lazo que mantuvo a través de incontables viajes para pintar los paisajes de las costas. 
Si tuviera que definirse sería autodictada con ciertos límites al concepto. A la hora de crear utiliza el óleo pero manifiesta que ha empleado otros elementos. La inspiración está en las escenas cotidianas, según sus palabras: “hay belleza en todas partes”. Dentro de la historia del arte sostiene que se identifica con el impresionismo. 
En su carrera de pintor obtuvo diferentes premios a lo que reconoce como alegrías aunque no fueron su principal meta sino que valora mucho más las amistades que cosechó a través del tiempo.
Otro de las pasiones que lo impulsan es la escritura, faceta que no todos conocen. Lleva numerosos cuentos y poesías escritas cuyo destino será un libro que tiene como proyecto por publicar. Tiempo atrás participó del Concurso Guanusacate Letras en el cual obtuvo el primer premio. 
En la conversación, toma frases y pensamientos de escritores que lo acompañan en su vida diaria, alejada de la televisión. Se describe como un gran lector: “releer cosas viejas, te dicen cosas nuevas”. Sostiene que el género ciencia ficción le permitió vislumbrar el futuro ya que las narraciones se asemejan con los cambios vertiginosos de los últimos años. 
“Ahora cuento con un aliado, puedo volver a leer gracias al olvido. El tiempo te va dando esas cosas y te va quitando”, afirma. Así cierra una charla con el artista de barba blanca y boina que posa para la fotografía junto a su autorretrato mientras se ríe de mí mismo.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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