Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)
Sergio Cragnolini es un vecino caroyense que desde hace 40 años dedica su vida a una actividad: la apicultura. Todo comenzó cuando un amigo le obsequió unas colmenas rústicas en una época en la cual era común que las familias tuviesen en sus hogares algunas colmenas para el consumo propio.
Con la llegada a nuestro país de la especie africana, un insecto mucho más agresivo que la abeja común fueron desapareciendo las elaboraciones caseras. Luego, productores como Sergio empezaron a producir miel para la venta, reunidos en una cooperativa apícola que comercializaba también estampados de cera.
Los quince emprendedores fueron de a poco abandonando el rubro o trasladándose a otros rincones de la provincia. El boom de la soja en los años 90´contribuyó a la caída de la actividad ya que el uso de agroquímicos que se emplea en la producción afecta gravemente a los insectos.
La apicultura guarda una estrecha relación con el medio natural del cual dependen las abejas para alimentarse. El monte sigue siendo el lugar ideal para el desarrollo de las colonias. Los factores climáticos como la sequía o las abundantes lluvias también influyen en la cantidad y calidad de la miel.

Recuerda una anécdota de hace cinco años atrás, época en que las temperaturas en el campo ascendieron a 60° provocando la muerte de miles de abejas y derritiendo casi la totalidad de las colmenas.
Amigo de las abejas
Su vivienda en calle José Nanini de Colonia Caroya se fue trasformando en una pequeña fábrica que sintetiza todo el proceso desde la llegada de los tambores hasta el envasado. A lo largo del año realiza numerosos viajes a Ambargasta (al límite con Santiago del Estero), donde trabajan sus 90 colmenas. El campo ubicado a 250 km de Colonia Caroya está cercano a las salinas por lo que el clima es caluroso y seco.
El conocimiento que posee sobre las abejas es puesto en práctica no sólo en la producción de miel sino además en los recurrentes llamados de amigos y vecinos que solicitan su ayuda cada vez que un enjambre se instala en la vivienda. Allí, Sergio las captura y traslada a las nuevas integrantes a las colmenas que posee.
A lo largo del relato, cuenta con lujo de detalles cada una de las etapas por las que atraviesa la miel hasta su llegada al público. Por otra parte, comercializa la cera ya que ésta se emplea para limpieza o productos cosméticos. En la región cada vez son menos los que apuestan por producirla de manera artesanal.
A fines de octubre comienzan las extracciones, lapso que se extiende hasta marzo. Este año la cosecha fue positiva ya que alcanzó los 4 mil kilos de los cuales los primeros mil kilos son para solventar gastos.

En cada viaje, disfruta de encontrarse con la naturaleza y sus habitantes. “En el monte, allá te olvidas de todo”, sostiene. Sergio afirma que mientras su cuerpo le permite continuará con la apicultura.
En una de las paredes de la oficina, decidió imprimir imágenes de abejas con una particular frase: “Según un estudio de la Nasa, aerodinámicamente el cuerpo de una abeja no está hecho para volar, lo bueno es que la abeja no lo sabe”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario