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¡Píldoras para la urgencia!

Por: Diego Almada (Médico pediatra, director de Salud de la Municipalidad de Jesús María)

Existen patrones culturales de consumo de drogas y es preocupante la “medicalización farmacológica en la infancia” advierte un informe de Sedronar y coincide con la Encuesta Nacional de Salud Española sobre un continuo aumento en la automedicación de los niños. “Vivimos Sobre informados, sobre tensionados y sobre medicados…”. Vivimos con la necesidad de inmediatez para todo y el mercado siempre eficiente, ofrece una solución farmacológica e “instantánea”  para cada problema. Tenemos que estar bien, ahora, ¡ya! y todo el tiempo; sin admitir el proceso vital y aleccionador de la enfermedad. Para ello existe una píldora para cada dolencia, para cada auto-percibida necesidad.
Son tiempos en los que se plantean dicotomías como la necesidad de certezas ante la ausencia de verdades absolutas, la saturación de información ante el vacío de contenidos o la urgente respuesta ante la falta de tiempo y/o  la búsqueda de éxito ante los reiterados fracasos impuestos por la sociedad del espectáculo que nos atraviesa.
En este contexto enfrentamos el desafío de la crianza y constituimos, más inconsciente que conscientemente, seres humanos que absorben y aprenden, piensan y sienten, creen y crean sin interpelarnos a nosotros los padres; nuestros hijos. Y ellos, como los espejos de Borges repetirán las imágenes en nuestra ausencia, cuando ya no estemos ahí, para que se reconozcan.
Y nosotros los padres, somos quienes demandamos el urgente tratamiento de la fiebre, las vitaminas porque no come ni frutas ni verduras, el antibiótico porque tiene los mocos verdes, las gotas sedantes para que duerma en la noche, el antiparasitario porque es  muy inquieto, los psicotrópicos porque es muy disperso, los antiinflamatorios para los cólicos del lactante, las leches medicamentosas y los anti-flatulentos porque tiene muchos gases, los antiespasmódicos para cortar la diarrea, los sedantes porque es algo nervioso. Y somos también los padres, quienes nos preguntamos ¿Qué está pasando con nuestros hijos adolescentes? quienes en su búsqueda de sentido, han comenzado a experimentar con el alcohol o los porros.
Es el Tiempo líquido en el que “nuestras perspectivas vitales descansan en un terreno que es, sin lugar a dudas inestable…y en el que buscamos blancos sustitutivos hacia los que dirigir nuestros excedentes de temores existenciales” advierte con claridad meridiana, Zygmunt Bauman. Debemos comprender que estos temores nos han llevado a medicalizar nuestras vidas justificando muchas enfermedades y subvirtiendo la armonía de lo fisiológico, de lo natural y ecológico.
Generamos multiresistencia bacteriana a raíz del consumo indiscriminado de antibióticos constituyendo un verdadero y costosísimo desafío para la ciencia en la actualidad. Un significativo porcentaje de causas de insuficiencia renal son debidas al abuso de antiinflamatorios y el sobre diagnóstico del síndrome de déficit de atención con hiperactividad ha medicalizado innecesariamente un sinnúmero de niños en vez de enfrentar el déficit de nuestro perimido sistema educativo. Y  también somos nosotros los padres quienes, después de una maratónica jornada de exigencias, les ponemos televisores, computadores, tablets,  juegos de realidad aumentada en red y celulares 4G a nuestros hijos, para que se vayan a dormir “conectados” y Oh! sorpresa, descubrimos que no duermen bien, sin la milagrosa melatonina.
¿Qué tal si nos detenemos a pensar?
Somos la causa de nuestros males, luego; no existen píldoras para las soluciones.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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