Lucas Blanco, Magui Vaca, Leonardo Seculini, Alberto Saavedra y María Luisa Moscoso son jóvenes que vienen participando del microemprendimiento laboral que lleva por nombre Sin pena. En nada se diferencian de otros microemprendedores y, como aquellos, también tienen la incertidumbre de no saber si lo que están proponiendo tendrá mercado, si les permitirá subsistir y permanecer en el tiempo, ni durante cuánto tiempo podrán hacerlo.
Sin pena funciona en la sede del Complejo para la Discpacidad (COPADI) y, desde este año, cuentan con la coordinación de César Stagnaro. Vale señalar que Stagnaro tiene experiencia en el rubro indumentaria porque está al frente del local Frida en el centro de Jesús María. Y ese expertice fue también importante a la hora de ser invitado por la directora de la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia (DINAF), Yanina Aguirre.
En conclusión: César Stagnaro combinó su oficio como diseñador de indumentaria y de maratonista que lucha por los derechos de las personas con discapacidad y decidió decir que sí a la propuesta municipal.
El microemprendimiento laboral Sin pena cuenta con maquinaria que les permite “estampar” diversos motivos en remeras u otro tipo de indumentaria, pero también en tazas y otro tipo de material.
Una gran oportunidad
Y Beto le jugó una broma al editor de este semanario cuando le solicitó una factura tras una operación comercial. En lugar de una factura de AFIP recibió una de panadería.
“Todo lo que ganamos hasta ahora lo reinvertimos en el taller. El sentido es que puedan ser ellos quienes hagan todo el proceso hasta la misma venta. Que puedan socializar todo lo que aprenden y si ganan algo de dinero mucho mejor”, sintetizó Stagnaro sobre el emprendimiento.
Para ellos, salir a vender es la parte más linda: mostrar su mercadería, cobrar, entregar la mercadería, charlar y contar lo que hacen. Sentirse útiles.
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