Cualquier política pública sobre agua debe incorporar una perspectiva de género ya que ellas dedican más de 125 millones de horas al día a recolectarla.
Por: Sergio I. Campos G. (Jefe de la División de Agua y Saneamiento del Banco Interamericano de Desarrollo).
En 1969, cuando Neil Armstrong y su compañero Buzz Aldrin llegaron a la luna a bordo de la nave Apolo 11, nadie cuestionó lo que el progreso tecnológico había hecho posible: conquistar el espacio, un verdadero hito para la civilización moderna. Lo que hubiese costado trabajo creer en ese momento es que 47 años después, aquí en la tierra, las mujeres en un país como Sudáfrica aún caminen diariamente el equivalente a 16 veces la distancia ida y vuelta a la luna para recoger el agua que sus familias necesitan para sobrevivir.
También podemos interpretar esta cifra mirando el reloj: alrededor del mundo, mujeres y niñas dedican más de 125 millones de horas cada día a recolectar agua para sus familias en recipientes que pueden llegar a pesar hasta 20 kilos.
El papel tradicional de las mujeres en el hogar explica por qué los hombres dedican más tiempo a actividades remuneradas y las mujeres se ocupan de los quehaceres domésticos, un trabajo esencial para el funcionamiento de nuestra sociedad pero con muy poco reconocimiento y ninguna remuneración monetaria. Por ende, cuando no hay servicio de agua (o este es limitado) las mujeres en el mundo, principales usuarias, prestadoras y administradoras de los servicios, pasan más de seis horas diarias buscando agua, hirviéndola para beber, cocinar, bañar a los niños, limpiar la casa y lavar la ropa en lugar de ir a la universidad, trabajar o descansar. Y aún peor, las mujeres y niñas que no cuentan con un baño deben caminar grandes distancias, solas, en muchas ocasiones de noche para evitar ser vistas y/o acosadas, obligadas a defecar al aire libre, atentando contra su dignidad y seguridad personal.

En el sector de agua y saneamiento, las políticas públicas deben incorporar una perspectiva de género para asegurar su sostenibilidad. Para combatir las desigualdades, tenemos que empezar por saber medir la dimensión del problema. Aunque contamos con mucha información sobre el acceso a servicios de agua y saneamiento, muy poca está desagregada por sexo.
Solo me queda esperar que la próxima vez que escriba sobre las mujeres y la luna sea para narrar las aventuras de la nueva gran generación de astronautas exploradoras, en un mundo donde el acceso universal al agua y saneamiento pasó de ser un sueño de pocos a una realidad de todos.
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