Una tesis de doctorado de la UNL demostró que la planta utilizada en humedales construidos es óptima para sanear efluentes de empresas metalúrgicas.
Los wetlands o humedales construidos son sistemas de tratamiento en los que se intenta imitar el funcionamiento de los humedales naturales con el fin de sanear efluentes y disminuir el impacto de los contaminantes en el ambiente. En estos sistemas, las plantas y los sedimentos son los responsables de la retención de los contaminantes. Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y del Conicet han diseñado y puesto en operación wetlands para el tratamiento de efluentes de industrias metalúrgicas, utilizando Typha domingensis más conocida como “totora”. Uno de estos wetlands lleva 15 años de operación y se lo estudia desde que comenzó su funcionamiento.
“Se trata de sistemas acuáticos que construimos tratando de utilizar todo lo que nos da la naturaleza y lo optimizamos mediante el estudio de los mecanismos químicos y biológicos que se producen para llevar a cabo la retención de contaminantes. Comenzamos tratando fósforo y nitrógeno, que las plantas utilizan como nutrientes, pero luego sumamos metales. A la vez, transferimos este conocimiento a otra industria metalúrgica de la zona”, destacó María Alejandra Maine, a cargo del grupo interdisciplinario que estudia el tema en la Facultad de Ingeniería Química (FIQ) de la UNL.
Inicialmente se utilizaron plantas flotantes de la zona, como los camalotes, pero no soportaron las condiciones de salinidad y altos pH. La totora demostró ser una planta tolerante que se adaptó a las condiciones extremas del efluente con alta capacidad para retener contaminantes. “Nos preguntamos por qué absorbían metales como cromo, níquel y zinc, e hipotetizamos que la presencia de nutrientes como fósforo y nitrógeno favorecían la absorción. Esto se comprobó con experimentos de laboratorio, y a partir de estos resultados se decidió tratar los efluentes industriales (que contenían metales) junto con los cloacales de la industria (ricos en nitrógeno y fósforo)”, continuó Maine.
Plantas resistentes

Otra ventaja de las totoras es que crecen en un corto período de tiempo. En invernaderos, los investigadores las podaban y comprobaban que la altura de los ejemplares crecían dos o tres centímetros en cuestión de minutos. Además, sometieron las plantas a altas concentraciones de sal para comprobar su resistencia: “Les aplicamos agua con el triple de la salinidad que posee el mar y vimos que se endurecían, pero que no morían”, expresó Maine.
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