Parecen lo mismo y, sin embargo, hay un océano de diferencia entre los que están preocupados y los que están ocupados. En el desastre, esa diferencia se nota mucho.
La ocupación deriva del positivo, es abordar la resolución de algún problema o la materialización de algún proyecto. Quien se ocupa, fluye, porque la mente está puesta en la meta, en el éxito, en solucionar. No hay bloqueos porque no hay miedos, estrés, ansiedad o depresiones que detengan el proyecto, porque la ocupación es también la certeza de que se está procediendo de manera correcta.
Al ocuparnos, construimos, ya sea una solución o un proyecto, pero construimos.
La preocupación, en cambio, deriva del negativo, no aborda la solución del problema, sino el miedo al fracaso, el miedo a que las cosas no salgan bien. Cuando nos preocupamos bloqueamos, estancamos y no permitimos que las cosas fluyan correctamente, porque estamos trabajando sobre la base del miedo, el estrés, la inseguridad, y nuestra mente está fija en todas las imágenes que implican atrasos, complicaciones, fracasos.
La preocupación nos absorbe tiempo y energía que le restamos a la construcción real de proyectos o soluciones. Al preocuparnos destruimos, porque si sus bases parten del negativo, tendrá un final negativo.
Estas reflexiones que pueden encontrarse en cualquier buscador y hasta en los manuales de autoayuda podrán parecerles a muchos escépticos una enorme estupidez, pero encierran una gran verdad.
El que se preocupa está inmóvil, el que se ocupa está en movimiento. El que se preocupa porque cree que sus autoridades políticas no están a la altura de las circunstancias debería ocuparse de ejercer sus derechos ciudadanos y exigirles lo que les corresponde rendir y hacer por imperio de la ley.
Después de una catástrofe como la que ocurrió en nuestra zona, harán falta muchos pero muchos ciudadanos ocupados. Ocupados en peticionar, ocupados en ayudar, ocupados en colaborar, ocupados en asistir, ocupados en informarse antes de informar. Ocupados en ejercer los controles sobre los fondos públicos para que vayan a parar donde más se necesitan.
Ocupados en separar a los escépticos, en separar a los negativos sin remedio, en separar a los que se quedan de brazos cruzados, en separar a los que quieren lucrar aprovechando la necesidad, en separar a los miserables que quieren hacer politiquería barata en los sectores con más carencias.
Ocupados en tender puentes, en armar redes, en juntar voluntades, en sumar antes que restar. Ocupados en borrar toda diferencia, todo credo, toda ideología porque la catástrofe no distinguió a buenos de malos ni a ricos de pobres.
Que todo esto que nos atravesó como sociedad nos sirva para convertirnos en una sociedad madura, que brinde el ejemplo de que puede ponerse de pie ante la adversidad y de que está preparada para el largo proceso de reconstrucción que será necesario comenzar.

Claudio Minoldo
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