Así como lo oye: Jesús María logró contabilizar más de 35 mil ingenieros especialistas en recursos hídricos en el último lustro. Desde que se cayó el primer puente, el 31 de enero de 2010, hasta la fecha, cualquier vecino habla sobre el río con una propiedad que muchos profesionales admirarían. Cualquier vecino sabe qué hay qué hacer, cómo hay que hacerlo, con qué recursos hacerlo, cuándo hacerlo, y hasta con qué materiales. Toda la población parece tener título habilitante y opinar sobre lo que hay que hacer.
Y no sólo eso: esos 35 mil ingenieros especialistas en recursos hídricos aseguran haberle avisado al municipio que iban a pasar cosas terribles y destructivas con anterioridad a que ocurrieran. Es decir, también tuvieron el don de la profecía pero, como Casandra, no fueron escuchados.
Lamentablemente, esa maestría en recursos hídricos parece haber alcanzado también a todos los funcionarios municipales que aseguran tener el toro por las astas y controlada la situación. Cuando baje el agua, toda esa sapiencia se verá aplicada a los trabajos que se encararán.
Da la impresión de que esas maestrías se hubiesen obtenido en facultades poco serias porque en estos días hubo declaraciones muy convincentes de que lo que hay que hacer son diques -especificando dónde hacerlos y todo- y hacer un calicanto como en la Cañada de Córdoba, entre un montón de opiniones que podrían ser tomadas en serio solamente en alguna institución neuropsiquiátrica.
Lo real y lo concreto es que los pocos estudios serios sobre cómo controlar los excedentes hídricos siguen pendientes de ejecución en su mayor parte. Y lo real y lo concreto es que se brindan soluciones pequeñas a problemas mayúsculos y, por esa vía, estamos condenados a no tener soluciones.
Hasta tanto no concluyan las improvisaciones y se aborde la problemática de manera integral, pareciera que los vecinos deberemos acostumbrarnos a ver cómo el río sigue erosionando y destruyendo todo a su paso.
Y desgraciadamente todo lo que está ocurriendo ocurre en un año electoral, razón por la que cada declaración no está exenta de chicanas ni de egoísmo, justo lo que la necesidad no precisa en este momento.
A las cosas hay que llamarlas por su nombre y a esto que nos pasa hay que llamarlo “Emergencia” y a la emergencia hay que enfrentarla con un “Comité de crisis” que pueda integrar a todos los que pueden hacer un aporte desinteresado para el bien de la ciudad. No importa su ideología, ni su bandera, ni siquiera si está enfrente o en las antípodas.
Menos maestrociruelismo y más manos a la obra es lo que está necesitando una ciudad donde lo peor todavía no ha comenzado a ocurrir y donde hay que sumar antes que restar.
Muy buen artículo!
ResponderEliminar