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Nacido bajo la buena estrella

Los 50 años del Festival son la ocasión propicia para repasar su génesis y tratar de explicar las razones de tantos años de vigencia y de éxito entre el público que lo elige.

Imaginemos un cuadro familiar cualquiera y una imagen que se repite, diariamente, durante varios meses. En esa imagen, un compañero de colegio y amigo de un niño dueño de casa es invitado a almorzar, día tras día, durante varios meses.
Al cabo de un tiempo, el padre le señala a ese hijo que no tiene inconvenientes en que invite a su amigo, pero que le parecía exagerado que lo hiciese todos los días. Y el pequeño, le responde con una frase lapidaria: “Es que si no lo invito a comer todos los días, mi amigo no come”.
La anécdota ocurrió, no es sólo un juego de imaginación, y fue compilado por un grupo de psicólogas en un trabajo que hicieron para tratar de explicar por qué a Jesús María lo acompaña la buena estrella.
Ese papá, después de escuchar la historia de su hijo, concurrió a la escuela, convenció a otros papás de que había que hacer algo por esos niños que padecían hambre, y ése es el germen que derivó meses más tarde en el nacimiento del Festival de Doma y Folklore.
Pensemos que en los ‘60 no existía el Paicor y que, lamentablemente, ayer como hoy había y sigue habiendo vecinos que comían y que comen de saltado. La diferencia es que al menos los escolarizados tiene asegurado un plato de comida si concurren al colegio.
El objetivo primigenio de los fundadores del festival estaba asentado en el objetivo de garantizar la subsistencia de los estudiantes y, una vez resuelto ese problema, aplicar el resto a mejoras en la educación, desde la compra de libros y útiles, hasta material didáctico y arreglos edilicios.
En el trabajo de estas psicólogas, se termina concluyendo en que aquella historia de los dos amigos que almorzaban juntos, que el que tenía invitaba al que no tenía, y que lograban conmover a un padre, siguen latentes en la organización del festival como parte de su subconsciente.
Porque a las escuelas siguen concurriendo niños en situación de pobreza, que vienen de barrios que rozan lo marginal, que viven en viviendas donde la hacinación es parte la normalidad, y que la educación es una herramienta remota para sacarlos de ese lugar y de esa situación.
En el subconsciente de la organización está el conmoverse ante las injusticias en el reparto de bienes y un intento por reparar esas injusticias dentro de la institución, la escuela, donde debe trabajarse la inclusión y evitar todo tipo de discriminación.
Eso que está en el subconsciente del festival debiera hacerse explícito, debiera ser brújula, para no olvidar de dónde se nació y cuál es el motivo por el que la gente sigue eligiendo a las noches del color y del coraje en forma masiva, desde hace 50 años. Después de todo, un hermoso sentimiento alumbró las noches festivaleras y nació de un niño muy generoso.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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