Carlo Petrini tiene la sana constumbre de meter el dedo en la llaga y la cuchara en el plato. Bajo la sabia batuta de este piamontés de 65 años, lo que empezó como una impostura ante el "fast food" ha cuajado en algo así como las Naciones Unidas por la celebración de la gastronomía y la defensa de la biodiversidad.
Una tercera parte de los alimentos que producimos nunca llega a nuestra mesa ¿De quién es la culpa?
- El despilfarro es un auténtico escándalo. En el fondo, es un reflejo de este sistema alimentario criminal e insostenible que hemos creado. Más de 850 millones de personas pasan hambre, y más de 1.500 padecen obesidad o están sobrealimentados. Son las dos caras de la misma moneda. Y entre tanto, tiramos millones de toneladas de comida a la basura... ¿Cómo podemos tolerarlo? Está claro que el sistema alimentario ha tocado fondo. Es urgente cambiarlo, pero la labor es más ardua. Lo que necesitamos en el fondo es un cambio de paradigma. Hay que evolucionar hacia un modelo que respete la biodiversidad y la gestión de la tierra.
Pero a la gente le cuesta hacer la conexión entre el plato y el planeta...
- Y sin embargo, esa conexión es primordial y ha estado ahí desde el principio de la historia. El alimento, la política y el medio ambiente siempre han ido unidos, desde los tiempos de los faraones y de Nerón. La política alimentaria ha sido siempre el elemento fundamental del poder político, que consiste esencialmente en controlar el vientre de las personas. En otros tiempos se hacían las guerras para conquistar tierras y cultivar. Hoy se persigue el mismo afán por otros medios: India, China y las multinacionales se han lanzado al acaparamiento de tierras en África. Se las regalan los Gobiernos corruptos...
¿Podemos acabar con el hambre con la agricultura familiar? ¿Para alimentar a un mundo de 10.000 millones de habitantes hacia el que avanzamos no harán falta la agricultura industrial y los trasgénicos?
- Esa idea de que los transgénicos pueden acabar con el hambre en el mundo no es verdad. Para empezar, hoy por hoy producimos comida suficiente para alimentar a 12.000 millones de humanos. Si no lo conseguimos es principalmente por los problemas de distribución, por falta de eficiencia o de conveniencia de los "mercados" (la palabra mágica). Se está desmontando también el mito de que los cultivos transgénicos son más productivos que los biológicos. Y hasta la FAO, que hasta hace poco defendía la agricultura intensiva como la solución, se ha convertido al apoyo de la agricultura familiar, que es el baluarte que puede defender la buena alimentación, la alimentación verdadera.

- Un lugar bastante importante, sin duda. Desde el 2008, por primera vez en la Historia de la Humanidad, la mayoría de de población vive en ciudades. Es lógico, pues, pensar en la agricultura urbana como una manera de responder a la concentración humana.
Slow Food nació hace casi 30 años y se ha propagado ya por 175 países ¿Qué tiene en común un miembro de la organización en Camerún con uno en Estados Unidos?
- Tiene en común su aprecio por la tierra, por la dignidad de los campesinos, por nuevas formas de distribución y venta directa, por los mercados de granjeros, por los alimentos locales y de temporada... Cada país tiene su cultura, y eso es algo que también nos interesa destacar: los países que llamanos "pobres" son a veces muy ricos en cultura gastronómica. Baste apreciar algunos de los 2.000 alimentos que hemos preservado en el Arca del Gusto: queremos llegar a los 10.000.
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