Por: Leonardo Rossi (De nuestra redacción)
Que un pequeño muñeco (a primera vista) motorice los gritos, risas, y suspiros en un auditorio repleto de niñas y niños habla de un objetivo artístico más que logrado. De eso se trata el mundo de los títeres, de primera calidad, que desembarcó la última semana en Colonia Caroya. Y se habla de mundo porque en el marco del 19 festival de Titiriteros Juglares arribaron a esta ciudad representantes de España, Francia, Colombia, Venezuela, entre otras naciones, para acompañar a los valores argentinos. “Nos llevamos mucha energía de la gente”, compartió el artista venezolano José Quevedo (28) al finalizar una de sus presentaciones.
El encuentro reunió a unos 150 titiriteros de 10 países y 17 provincias argentinas, que entre el martes y el sábado exhibieron una variada oferta de piezas en la Casa de la Historia y la Cultura del Bicentenario. En esa sala se presentó Quevedo, miembro del grupo “Telba Carantoña”, oriundo de La Guaira. El clásico cuento ‘El gato y los ratones’ del argentino Roberto Espina fue interpretado con aires caribeños, y una interesante dinámica de la que el público, que llenó la sala, fue parte.
Si al entrar a una obra de teatro o a una sala de cine se suele esperar un silencio absoluto de parte de la platea este no es era el caso. Los pequeños sentados, y sobre todo ¡parados!, frente al escenario dialogaban permanentemente con los protagonistas. Los guiaban en sus decisiones, hacían las veces de cómplices del héroe, y hasta sufrían junto a él. “Este espectáculo es noventa por ciento de los chicos”, dijo el artista. Y explicó que “si se ignora a los niños perdemos lo que es la obra en sí”. Con otras palabras, Quevedo entiende que “el títere es un motor para los chicos” que los inspira a “decir cosas, expresarse”. En cambio, en las obras de adultos, aclaró, “la práctica es otra”.
Un festival de primera
El Festival fue organizado con apoyo del Instituto Nacional del Teatro y la Municipalidad de Colonia Caroya. Pero es la UNIMA Córdoba, organización, que lleva su nombre en honor a la Unión Interncacional de Marionetistas, nacida en Francia, el espacio que desde tierras cordobesas abrazó la llegada de los colegas del exterior. Con esta segunda experiencia en suelo caroyense, la entidad se mostró más que satisfecha y “muy agradecida al público y a las autoridades locales”. Gerardo Gallardo, representante de UNI-MA Córdoba, ya se entusiasmó y espera “poder repetir la experiencia”. Sobre todo, lueg de ver “la buena respuesta de la gente que ya sabe que en noviembre hay títeres, y es bueno que la fecha esté instalada”.
Ese reconocimiento que poco a poco da el público a este tipo de espectáculo, muestra que “el titiritero empieza a dejar de ser visto como algo accesorio”. “Todos los artistas que vinieron al festival son profesionales, son personas que viven en un cien por cien de este arte”, destacó el organizador.
Seres especiales
Ejemplo de este profesionalismo es el propio Quevedo, quien desde los siete años transita el oficio. ¡Sí, 21 años de carrera! “Vivo de esto”, celebra el hombre, que desde hace tres meses está de gira en nuestro país, y próximamente viajará a Cuba para convidar sus obras a otros niños. El hombre comparte el detrás de escena: “Conocemos muchos lados, pero se trabaja mucho para eso, hay que estar en movimiento permanente”. Y compara: “Es un trabajo difícil, pero también supongo que es difícil estar ocho horas en una oficina todos los días. Afortunadamente vivimos de esto”.
La nostalgia crónica, tan típica del hombre de circo se emparenta con la de estos artistas. Cuenta Quevedo que “por un lado, es muy bonito conocer tanta gente, pero también es muy triste porque no puedes echar raíces”. Es que estos titiriteros juglares son seres trashumantes, viajeros permanentes, es parte de su oficio, ser hombres y mujeres que ofrendan su cultura y sus sentires.
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