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Una violencia inadmisible

Como en tiempos de las cruzadas, hay militantes que en nombre de la “vida” se arrogan el derecho de usar métodos que siempre son condenables.

Este editor no sabe cómo piensa Marcelo Conrero, decano de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Córdoba. Tampoco tuvo este editor la suerte de entrevistarlo personalmente y hallar de ese modo alguna empatía o antipatía. Lo que sabe este editor de Marcelo Conrero lo sabe por lo que publicaron otros medios de comunicación.
Lo que sí sabe este editor es que Marcelo Conrero no tendría que haber sido atacado con tanta violencia como lo fue esta semana por un grupo de activistas que se vienen enfrentando a la multinacional Monsanto.
Bajo ningún punto de vista ni argumento se puede consentir que la violencia reemplace al diálogo o a la Justicia porque eso sería admitir que no hay institución que funciona ni poder que pueda equilibrar las posiciones encontradas dentro de una comunidad. Sería convalidar de que la ley ya no es límite y que, como en la época de las cavernas, manda el garrote.
“Proponemos cambiar temor por conocimiento. Ante determinadas cuestiones, la gente se atemoriza y es lógico. Pero debemos promover un debate científico que lleve certeza a esta situación. Por eso desde la facultad vamos a llevar a cabo ­­­­­­­programas de divulgación que contengan todas las aristas no sólo en el tema Monsanto, sino también en otros que involucren a la sociedad”, había dicho  Conrero a pocos días de haber asumido el decanato en Agropecuarias.
Y también se mostró preocupado por el ejercicio profesional de los ingenieros agrónomos en estos términos: “Hoy hay mucha inquietud entre los ingenieros agrónomos, porque se sienten desprotegidos con las nuevas leyes vinculadas a su ejercicio profesional. Hemos te­­­­­nido en los últimos años una grave falencia dentro de la facultad vinculada con la comunicación y la relación con la sociedad. Eso lo vamos a cambiar; tenemos recursos para hacerlo”.
Y hasta opinó sobre la polémica con Monsanto en la localidad de Malvinas Argentinas: “Se estuvo hablando en forma muy liviana y sin fundamentos científicos, inclusive desde la propia Universidad. Proponemos cambiar temor por conocimiento”.
En apariencia, esas declaraciones y otras expresiones posteriores bastaron para que un grupo de violentos tilde al decano de “lacayo de Monsanto”, episodio que concluyó esta semana cuando, además de insultarle, le arrojaron un vaso con glifosato, mientras el Consejo Superior de la Universidad intentaba sesionar para derogar el convenio que Agropecuarias tenía con Monsanto.
Imagínense si pasa algo de tan desmesurada violencia en la sede de la “academia”, qué puede esperarse en los estadios deportivos, en los bailes, o en lugares donde parece que se naturalizó la violencia. Aunque no compartida, la opinión de Conrero debió ser respetada.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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