¿Qué parte de “no”, no entendés?, dice un fragmento de una canción bien bailable de Babasónicos. Y traemos ese fragmento aquí para reflexionar sobre la incapacidad de escucha que parecen haber desarrollado algunos dirigentes de instituciones.
Y esa incapacidad de escucha atraviesa a las instituciones gremiales, las políticas, las públicas, las privadas. No distingue colores, credos, ideologías.
En ningún libro está escrito ni ninguna ley obliga a un dirigente a la perfección. Ningún manual exime a un dirigente de un yerro, de una (o muchas) equivocaciones, de una decisión desacertada.
Pero sí, cualquier dirigente, está obligado a tomar los errores como parte del proceso de aprendizaje que los llevará a equivocarse menos en el futuro.
Claro, eso en el caso de que tengan la humildad de reconocer que se equivocan, en el caso de que tengan la apertura para escuchar opiniones diferentes, diametralmente opuestas, opiniones que cuestionen sus decisiones.
Hubo, en los hechos noticiosos recientes y regionales, algunas pistas alarmantes sobre “sordera dirigencial”. Dirigentes que se enojan con comunicadores por opiniones divergentes, por opiniones que contradicen sus afirmaciones sobre la marcha dentro de sus instituciones. No aceptan ni siquiera los fundamentos que sostienen esas opiniones. Ven en la diferencia un motivo para el enojo, para enemistarse, para creer que hay un complot malicioso (¿una maniobra opositora?) en contra de una gestión particular.
Ningún comunicador puede hablar en nombre de las intenciones ni de las motivaciones que tienen otros colegas, pero tampoco puede consentir la estupidez generalizadora que intenta meter en la misma bolsa al conjunto cuando, claramente, hay comunicadores que pueden sostener con los hechos una trayectoria al servicio de la construcción.
Este semanario puede dar sobradas muestras de que persigue un objetivo constructivo, a través de los temas que propone, a través de la forma de abordarlos, a través del descarte de temas que no están mínimanente documentados.
Este semanario puede aseverar que no se moviliza por rumores, ni trascendidos, ni versiones. Y este semanario también puede aseverar que se equivoca bastante, pero nunca con un ánimo malicioso, ni tendencioso, ni amarillista.
Esa conducta, mantenida y mejorada a lo largo de 234 ediciones nos da la tranquilidad de que podemos seguir proponiendo desde la crítica, desde la observación sobre lo que no nos gusta, desde la apertura a voces que tienen opiniones valdereas aunque no sean las nuestras.
Porque la “sordera dirigencial” atenta contra la excelencia de las instituciones es que debemos combatirla con todas las armas de que disponemos.
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