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Temporada de balances

Cómo esbozar una plataforma electoral que no resulte imposible de hacer.

Casi como si fuera una noción de manual, se señala que a un gobernante nuevo le hacen falta dos años para saber cómo se gobierna y los dos restantes le resultan insuficientes para ejecutar lo que le había propuesto al electorado. Y si logra una relección, de los cuatro años siguientes los dos últimos suelen estar de más.
Es una verdadera lástima que un período de gobierno no dure, por única vez, seis años y que es una buena medida para que alguien pueda dejar cumplidas sus promesas de campaña.
No hablamos, desde luego, de municipios pequeños o de comunas donde cumplir promesas es mucho más fácil porque los fondos de los que se dispone son muy concretos y no permiten tanto vuelo. Así y todo, que un municipio pequeño como Sinsacate haya diseñado su propio plan de viviendas resulta valioso tanto como que es la excepción entre las comunidades de ese tamaño.
Pero cuando hablamos de municipios que tienen que manejar los destinos de 20 o de 30 mil habitantes como pueden ser los casos de Colonia Caroya o de Jesús María, la situación verdaderamente cambia.
En municipios de esa dimensión, un mal cálculo cambia diametralmente las reglas de juego. Por ejemplo, al estimar de más los aportes de la coparticipación o los aportes que los vecinos harán a través de tasas y de contribuciones por mejora.
Ni hablar si se hacen en un contexto de inflación, donde es difícil calcular cuántos incrementos de materiales e insumos habrá que hacer a lo largo del año para la correcta prestación de servicios.
Y aunque explícitamente no se hable de ello, comunidades como las nuestras son demasiado sensibles a la prestación de servicios de calidad. La no prestación de ellos puede hacer caer en una suerte de “rebeldía fiscal” que consiste en que se dejan de pagar los impuestos hasta tanto se satisfacen sus requerimientos.
Pero, más allá de las especulaciones de la economía y las finanzas, a casi dos años de la asunción de las nuevas autoridades de nuestra zona, se estaría en condiciones de señalar que una gran parte de las promesas de campaña de 2011 no se van a poder concretar.
En parte porque no habrá recursos financieros para ellas o porque estaban atadas a la gestión ante los gobiernos centrales que no acusaron recibo sobre ellas hasta hoy.
Y en parte porque la dinámica de las comunidades va requiriendo de otras obras y servicios a los que hay que atender en desmedro de lo que había sido prometido.
Sería tedioso ponerse a listar cada una de las promesas en los municipios de nuestra región que no se van a cumplir antes del 10 de diciembre de 2015.
Ojalá que en la próxima campaña se encuentre el mecanismo participativo para que, en definitiva, se planifiquen las obras y los servicios en función de las necesidades y no de las urgencias y emergencias.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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