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Creatividad que abre puertas a la integración

Alumnos del Copadi ya rematan sus producciones plásticas y ahora buscan trasladar esas imágenes a otros formatos, con la idea de comercializarlas. Un taller de serigrafía puede alumbrar una salida laboral.

Paso a paso y sin apuros, los alumnos del Copadi, dependiente de la Municipalidad de Jesús María, van desandando un sendero que podría terminar alumbrando una posibilidad de salida laboral para algunos de ellos.
La referencia es para el taller de serigrafía que se puso en marcha en setiembre pasado, como una instancia de producción, vía estampado de imágenes en remeras y en tazas, de producciones plásticas previas realizadas por ellos mismos.
Una decena de jóvenes ya se han familiarizado con la técnica de “sublimación” y empezaron a desarrollar productos y a probar formatos. Ahora evalúan la posibilidad de incorporar otras líneas de trabajo: bolsas, cajas, rompecabezas, llaveros.
Todavía no se ha definido cómo se podrá comercializar esa producción directamente en el mercado, pero es una opción concreta a explorar.
La idea del taller de serigrafía como micro emprendimiento se empezó a forjar hace un par de años, tras la buena acogida que tuvo en la sociedad un primer remate de pinturas. De ahí partió la inquietud por explorar si esa producción artística podía tener algún tipo de continuidad a través de otros formatos.
El primer remate recaudó $4 mil, el siguiente $12 mil y este año se llegó a los $19 mil.
“Hay cuadros por los cuales se pagaron 900 y hasta 1200 pesos. Siempre suponemos que hay en la gente un fuerte componente de querer ayudar a los discapacitados, pero en los casos en que hubo puja por el precio, evidentemente también había algo de gusto estético: quien ofrecía más dinero, se quería quedar con esa pintura”, advierte Luis Enriquez, responsable del taller de plástica, y de su extensión en el de serigrafía.
En esta experiencia, a través de la producción plástica se intenta acortar la brecha que suele haber entre la declarada intención teórica de promover la accesibilidad y la integración de los discapacitados, y las dificultades para plasmarlo en la realidad.
Cuando desde el Copadi se tomó nota del interés creciente por las obras plásticas, la primera decisión fue reinvertir lo recaudado para mejorar los productos: comprar insumos de mayor calidad, incorporar caballetes, perfeccionar el enmarcado.
Parte de los fondos de los remates se destinó a la compra de equipos para el micro emprendimiento de serigrafía, lo cual termina integrando todo un proceso, donde el primer eje es la libertad creativa de los alumnos.
Son unos 20 chicos del Copadi los que pintan. Lo hacen a su manera, con sus tiempos, y sin ataduras. “Tienen la frescura de un niño, se expresan naturalmente, y nosotros sólo acompañamos ese proceso y aportamos algunas técnicas”, comenta Enriquez.
“Digitalizamos las imágenes, para aprovecharlas mejor, pero la producción plástica no es a pedido, ni pensada previamente para gustar a alguien. Son trabajos que los chicos desarrollaron en talleres recreativos. Ahora no hacemos otra cosa que reproducir lo ya existente”, agregó.
El desafío que viene para el taller de serigrafía es redondear un buen producto y ver las posibilidades de su inserción comercial. Esa instancia se afronta con la misma lógica que guió todo el proceso: avanzar por prueba y error, medir los pasos, probar, ver, volver a probar.
“No prometemos nada. Necesitamos tiempo para redondear el proyecto. Después se verá hasta donde podemos avanzar”, dice Enriquez. Es que el proceso nació casi de la nada y avanza de a poquito, pero a paso firme.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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