Cada primero de agosto, muchos vecinos de esta zona salen a buscar caña con ruda para cumplir con una tradición milenaria que sirve para “espantar los males del invierno”, alejar las malas ondas, la mala suerte, y como escudo contra la envidia.
Y una publicación de la ingeniera agrónoma Daniela Mansilla nos anotició de que el productor Danilo Fantini tenía para ofrecer ese brebaje, pero con el agregado de que se trataba de un producto agroecológico.

Pero nos habla también de una elección por un modelo detrás del que hay una filosofía, antes que una economía. A quienes hablaban de agroecología hace doce años en nuestra zona se los tenía como “locos lindos”. Hoy, viendo el daño que otro tipo de producción le viene produciendo a la tierra, son unos adelantados que merecen nuestro mayor respeto. Danilo Fantini se encuentra entre ellos.
Volviendo a la grapa con ruda, vale contar que Fantini se inició en la producción de esta bebida tan cara a los caroyenses hace alrededor de una década y fue puliendo los métodos. Es parte del combo vitícola que ofrece como elaborador ya que también tiene su línea de vinos agroecológicos y su jugo de uva Riulat.
Y en su quinta es posible encontrar duraznos producidos de la misma manera, productos envasados, corderos alimentados con pasturas naturales, y en breve pollos parrilleros bajo la misma línea de trabajo.
Un recopilador de saberes

“La experiencia -añade- que fuimos adquiriendo con los años impactó en la calidad, en los aromas que tiene porque la materia prima, de arranque, trae consigo unas características que están alineadas con una calidad que se empieza a notar”.
Danilo rescata también que en su quinta no persiguen un rinde “superior”, sino que esa producción se obtenga armonizando todos los elementos naturales que intervienen en una fruta como son la sanidad del suelo y la fertilidad que se trata de sostener por medio de prácticas.
“Este año, sin ir más lejos, los vinos adquirieron una excelencia y de allí extraemos la materia prima para la elaboración de la grapa”, completa el productor.
La buena noticia es que, después de tanto tiempo de lucha con un tipo de producción que exige más esfuerzo personal, comienza a haber mercado para ofrecerla y que en esos espacios se obtiene un precio “justo” con lo que los ingresos parecen haber encontrado cierto y necesario equilibrio.
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