Si todavía hoy algún monólogo de Tato Bores o de los cuatro fantásticos de La noticia rebelde tiene actualidad es porque poco hemos cambiado como país, aunque mucho haya cambiado el mundo desde la década de 1980 a la fecha.
Y a propósito de la nueva conmemoración de la independencia argentina, quizás valga refrescar la memoria con una reflexión del fallecido periodista Carlos Abravaya que data del 9 de julio de 1987.
Después de reseñar que el 9 de julio original fue un momento de unión entre civiles y militares, es decir, de un momento sin “grietas” en nuestra historia, Abravaya lanzó una propuesta audaz: hacer una campaña para independizarnos del miedo.
Y enumera los miedos de aquel entonces: a los atentados, a la jubilación con la mínima después de haber aportado durante décadas al sistema, a los que siembran terror e inseguridad.
La propuesta era generar una independencia del miedo que podríamos relanzar durante este 2020 con nuevos motivos y miedos que hay que superar.

Independizarnos de la idea de que estamos condenados y que ningún político -ahora y nunca- será decente y trabajará por el bien común.
E independizarnos del miedo de que la pandemia ya no alumbre nuevas solidaridades, que nos haga más mezquinos, menos comprometidos con el bienestar del otro. El miedo paraliza. ¿Para qué lo querríamos?
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