Por: Rubén Curto (Periodista)
Siempre tuvo en claro que quería ser intendente. Por obsesión personal y hasta por mandato familiar. Sueño cumplido para Luis Picat, que alzará su copa orgulloso en Nochebuena. Después de un intento fallido en 2015, donde perdió ante Gabriel Frizza, en la segunda se tomó revancha, ante Mariana Ispizua.
Este "reingreso" de Picat a la función pública, en realidad es un auténtico debut. Sus pasos anteriores por el municipio fueron más que efímeros. Siempre fue un funcionario huidizo, ausente.
Con Marcelino Gatica, estuvo al frente de Agua y Saneamiento. Desde esa época arrastra la ciudad el oprobio de una cisterna rectangular, que perdía agua por los cuatro costados y que aún hoy no funciona.
En 2011, Gabriel Frizza lo sumó como secretario de Desarrollo Urbano, pero partió sólo 6 meses después, cuando privilegió sus actividades privadas. Casi no le dedicaba tiempo al municipio y Frizza le marcó la puerta de salida.
Lo que siguió es conocido: en 2014 renunció a su cargo de concejal, lo mismo que en 2015. Nunca la función pública estuvo entre sus desvelos. Picat trazó su camino político desde el largo brazo de poder de la Sociedad Rural.
¿Con quiénes y para qué?
Su llegada al poder estuvo precedida de una gran metamorfosis. De ser uno de los dueños del "radicalómetro", pasó a un pragmatismo furioso, fruto de la necesidad. Así dejó de lado a la UCR, que no es ya precisamente una marca exitosa, ni en Córdoba, ni en el país.
Mutó a un modelo aliancista y tejió una alianza "contra natura" (dado su perfil personal histórico) con el PJ de Juan Schiaretti.
Ese acuerdo no es sólo personal. Viene de la mano de la Sociedad Rural, que incluso estuvo "ahí" de colar el nombre de su presidente Luis Magliano en las listas de candidatos legislativos del PJ. Todo un sello de época.
En su asunción, Picat se quedó sin discurso, al no poder achacar una “pesada herencia”. La disponibilidad de $40 millones en caja, suficientes para pagar salarios, aguinaldo y proveedores, le restó margen para salir a despotricar.
No hay en la Provincia otro municipio que asuma en condiciones tan favorables. En Córdoba, por caso, Ramón Mestre le dejó en caja a Martín Llaryora $30 millones, siendo que sólo para sueldos de este mes necesita $1.500 millones.
Tampoco pudo Picat anunciar, como pretendía, el inmediato inicio del cruce vial de ruta 9. Para 2020, esa obra figura en el presupuesto provincial con una módica asignación de 100 mil pesos.
Muy probablemente la obra se haga, pero no ahora. Schiaretti tiene en Llaryora demandas de ayuda económica mucho más urgentes. Y entre las obras viales proyectadas por la Provincia, hay al menos 5 prioritarias (y aun así, sin financiamiento asegurado) antes que la de ruta 9.
Triste paradoja del destino: después de años de remarla para ser intendente, cuando lo consigue, Picat queda colgado de la solapa de un gobernador peronista.
En un contexto de recesión e inflación, no le queda otra que atar su destino al de Schiaretti y esperar que éste le cumpla. No hay mucho más para rascar en la olla.
Por contrapartida, en el armado de su gabinete, Picat no fue muy generoso con el PJ local. La presencia peronista en cargos de relevancia es nula.
Sin margen para echar culpas hacia atrás, ni debutar con anuncios, el nuevo intendente se dedicó a barrer con furia cualquier vestigio de Compromiso Ciudadano, el anterior oficialismo. 20 telegramas de despido ya cursados y otra tanda similar en camino, dan cuenta de esa vendetta política.
Su gabinete está compuesto en su mayoría por debutantes en la función pública, a los que les llevará un tiempo acomodarse, pero no sólo al nuevo escenario laboral.
Recién llegados a sus despachos, les espera la trilogía fatal cualquier funcionario: trabajar el doble de horas, por menos paga que en el sector privado, y curtir el cuero para las críticas. Un modelo lejano a la pretensión, esbozada por algunos acompañantes de Picat, de contar con medicina prepaga y mejores salarios. Un desvarío total.
La gestión que se inicia muestra una matriz de origen que marcará su impronta: la sociedad entre un intendente proveniente del empresariado y un ex intendente que dejó la política para dedicarse justamente a los negocios. Hoy no los une ni el espanto ni la política, sino intereses en común y proyectos económicos.
Se sabe: según cómo se utilice, el poder puede ayudar a mejorar la vida de los vecinos……. o a ser mero “facilitador” de negocios privados.
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Claudio Minoldo
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