En el juicio oral y público que enfrenta Jeremías Sanz como presunto autor material del femicidio de su madre, María Eugenia Cadamuro, la etapa de recolección de pruebas está concluida.
Excepto milagro, hasta el miércoles no habrá posibilidad alguna de introducir en el debate una hipótesis diferente a la que se sostiene hasta ahora: que Jeremías salió con su madre desde el domicilio de ella y la llevó a un campo de la zona rural del departamento Totoral donde acabó con su vida con dos escopetazos de un arma calibre 16.
Rizzi solamente sitúa en la escena del crimen a Jeremías y a él, aunque su relato presenta grietas que ayudan a sostener la teoría de que podrían faltar una o dos personas más, tanto en la logística del entierro como en las tareas propias del cavado del pozo donde intentaron ocultar el crimen de la mujer.
Pero la declaración de Rizzi no es el único ni el más valioso de los elementos de prueba en el juicio oral y público que se ventila en la ciudad de Córdoba. Incluso, sin esa declaración la carga indiciaria en contra de Sanz ya era súper abundante.
Detectives de la DIO
¿En qué se complica el acusado, ahora, de homicidio triplemente agravado? Los detectives exhibieron desde una notebook hasta un televisor LCD una cantidad importante de fotos de objetos que aparecieron en la escena del crimen, el campo de la familia Sbiglio, que originalmente estaban en la casa que Jeremías compartía con Nicolás, y que en allanamientos posteriores nunca más se encontraron.
El primero de esos objetos es la famosa campera color borravino marca Sibari, talle L en la nomenclatura europea y americana, equivalente a talle 42 en la nomenclatura mexicana. Los detectives de la DIO mostraron varias fotografías en las que Jeremías la tiene puesta y guarda una similitud colosal con la campera que tenía puesta María Eugenia cuando la desenterraron.
Vale recordar que Maru salió de su casa con musculosa, calza, zapatillas deportivas y medias, pero no con campera.
El segundo objeto incriminador es una manta reversible, a rayas grises y negras de un lado y lisa del otro, cocida en rombos. Estaba en el dormitorio de huéspedes de la casa que alquilaban Sanz y Rizzi. Con una manta asombrosamente similar apareció envuelta María Eugenia en el pozo donde estuvo enterrada por 90 días.
También se demostró que Sanz no solamente sabía sobre armas sino que mintió cuando dijo que él no tenía ninguna. En el juicio, mostraron fotos del dormitorio en el que se vio, claramente, un arma y su correspondiente funda.
El ¿miedo? de Nicolás
A Herrera también le pareció sospechoso que Mabel Cadamuro hablase sobre su hermana en tiempo pasado: “Decía ‘yo recuerdo que mi hermana era, hacía, decía..’ y cuando le pregunto ‘por qué habla de su hermana en tiempo pasado si la estamos buscando’ se puso tensa y fue el fin del diálogo”.
Que Dios le de algún día umildad y le pida perdón a su mama
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