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Más que un afilador de cuchillos, Ángel es una postal de Colonia Caroya

Un vecino que se transformó, en los últimos años, en un querido personaje del lote XI.


Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)

Todo aquel que frena en el semáforo ubicado en Avenida San Martín y calle 10, seguramente lo vio parado frente a su casa mientras afila, pacientemente, distintos objetos. Esa imagen se ha vuelto una postal característica de la ciudad sin que se lo proponga y pese a que muchas veces reniega de ello.
Pintores y fotógrafos encontraron inspiración en ese lugar para desarrollar su arte. La casa antigua con las paredes grisáceas que muestran el paso del tiempo, el pequeño alero que protege la entrada, las tres rodajas de plátanos que hacen de asiento improvisado para aquel que quiera pasar el rato.
Si bien Ángel Caro lo considera como una “propaganda”, en más de una ocasión ha sido fotografiado sin permiso o el artista ha quedado en deuda por no llevarle algún trabajo que lo tenga como protagonista. En una de las paredes de la vivienda cuelga un pequeño cuadro que sí pudo recuperar y que imprime su imagen al óleo. El recorte de esta entrevista seguramente engrosará la colección.

Recuerdos 

De pocas palabras, al comienzo. Con el pasar de los minutos y el infaltable mate de por medio, la charla comenzará a fluir. Oriundo de Atahona, pasó gran parte de su niñez y juventud en distintos pueblos del norte de Córdoba. Allí, realizó diversas tareas como cuidar ganado, quemar carbón, manejar vehículos, entre tantas otras.
“Me crié arriba del lomo de los animales. Por ahí, tengo una foto que no sé dónde está de cuando ganábamos las carreras. Hay veces que salía de la cancha con los bolsillos llenos de plata y otras veces, con la cabeza gacha. Siempre me gustaron los caballos, las carreras. En el campo tuve uno y cuidaba varios. Los changuitos de mi edad, el sábado a la noche se iban al baile y yo me iba a arar a la chacra porque al otro día, a las siete, me iba a la cancha con un caballo”, rememoró.
En el año ‘87 vino a vivir a Colonia Caroya. De los seis hermanos de la familia, él fue quien primero emigró del campo a la ciudad. En aquel entonces, llegó con las valijas y proyectos a cuestas para instalarse en la zona: “cuando vine para acá eran dos opciones: trabajar en un taller mecánico y la otra que me gustaba más era la carnicería. Me fui a la carnicería pensando que era más fácil, mejor. Fui empleado, me independicé, pero me fundí y fui empleado de vuelta”.
Luego del cierre de su negocio propio, una de las lecciones de vida aprendidas, llegaría una nueva prueba: un infarto que le impidió trabajar por un buen tiempo. Posteriormente y de manera casi azarosa, descubrió una tarea que le permitió una entrada de dinero y la posibilidad de que hoy se haya vuelto “famoso”.
“Un día me puse por jugar a hacer un cuchillo para mí y venían a preguntar ‘¿afila?’. Pensé que capaz que era negocio pero no, no vivís con esto. Acá, no hay quien lo haga. Hay otro hombre más, pero a él no le han hecho cuadros”, respondió entre risas.

Reflexiones 

Aprovecha una pausa para encender la máquina y dar los toques finales a un cuchillo que pronto pasarán a recoger. Se calza los lentes y un delantal que lo protege de las chispas, producto del roce del metal con la piedra.
Chicos y grandes no dejan de saludarlo constantemente mientras se asoma por la puerta. El diálogo con extraños y conocidos es habitual, una costumbre que quedó arraigada luego de tres décadas de atención al público detrás del mostrador en la carnicería. Si bien disfruta de la compañía, aseguró que no le pesa la soledad.
Ángel vive en la tradicional esquina hace más de 20 años. Desde ahí es testigo del ir y venir de las personas que transitan por el sector mientras fuma un cigarrillo y espera nuevos clientes.
 A sus 64 años, consultado por una cualidad que lo caracteriza, reflexionó: “yo no callo aunque pierda. No me gusta callar. Decir cosas se las digo a quien sea, al que junta papas, al que hace ladrillos o al comandante de Gendarmería”.

Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

1 comentario:

  1. Si le habrá cortado bifes a mi vieja, Angelito. Afilando a la vieja escuela y con una perenne sonrisa de lunes a lunes. Postales que no regala nuestra colonia...

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