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El hijo de María Eugenia se va quedando sin argumentos en el juicio por el crimen

La última estrategia fue sembrar dudas sobre el dueño del campo en el que apareció enterrada María Eugenia Cadamuro, pero éste desbarató ese plan desde España.

A Jeremías Sanz se le está acabando el hilo del carretel de su suerte en el juicio que intenta probar que él fue el responsable de haberle dado muerte a su madre, María Eugenia Cadamuro.
Los testigos llamados por la defensa que esgrime el prestigioso penalista Marcelo Brito, principalmente familiares, no lograron sostener argumentos en favor de el joven de 23 años, preso en Bouwer desde marzo de 2017.
Y, recientemente, un testigo puso a todos esos familiares en la línea de sospecha como conocedores de la verdad y depositarios de una confesión de autoría material del crimen por parte del, hoy, único imputado en el juicio que se viene llevando adelante en la Cámara en lo Criminal de 8ª Nominación.
Desde España, Ignacio González Sbiglio testificó vía Skype y ratificó lo que sus padres ya habían narrado en este juicio oral y público: que Guadalupe Sanz (hija de María Eugenia) había solicitado una reunión con la familia González Sbiglio para pedir perdón y para decirles que Jeremías había asumido la responsabilidad por el crimen.
Ignacio reafirmó también que  Guadalupe aseveró que la noticia sobre la autoría material del crimen la tuvieron al mismo tiempo su novio de ese entonces, Guido; su padre Pedro Sanz; sus abuelos, Jorge Sanz y Marila Saraví; su tía Mabel Cadamuro, y la pareja conviviente de ésta, Facundo González.
Todos ellos se enteraron el sábado 17 de junio de 2017 cuando fueron a visitar a Jeremías al establecimiento carcelario, esto es, un día después de que desenterraran el cadáver de María Eugenia que estaba oculto en el campo de los Sbiglio.
El padre, los abuelos, y Facundo González ya atestiguaron en el juicio y negaron haber sabido nada sobre eso, aunque en la investigación penal preparatoria la fiscalía de Instrucción de Jesús María ya se los tenía apuntados como depositarios de la confesión criminal. Y esa información también la maneja el fiscal de Cámara, Hugo Almirón.

Loco no es, adicto tampoco

El primer intento por conseguir atenuantes a la grave imputación que pesa sobre Jeremías tuvo lugar durante los peritajes psicológico, psiquiátrico, y neuropsiquiátrico.
Allí, Sanz planteó que tenía problemas serios con la droga y que se había golpeado mucho la cabeza por caerse de su motocicleta. Los peritos oficiales descartaron de plano esa estratagema y lo mostraron como alguien plenamente consciente de la criminalidad de loa actos.
El perito de parte contratado por la familia Cadamuro/Sanz intentó hacerlo pasar por una personalidad border-line, depresiva, aunque sin mucho éxito.
De hecho, ni bien arrancó el juicio al ser sometido al interrogatorio de rigor inicial, y que está obligado a responder, Sanz se declaró como una persona sana, reconoció que consumió drogas de todo tipo, pero dijo que sólo consumía drogas en ocasiones sociales, y que nunca inició un tratamiento para adicciones.

No funcionó la nueva pista

Tampoco le funcionó a Sanz el intento por incriminar en el hecho criminal a su examigo Ignacio González Sbiglio.
La intención “vaga” era que el jurado popular pose la mirada sobre un presunto nuevo sospechoso. ¿Por qué? Sencillamente porque Nacho no vive en Argentina desde hace dos años, María Eugenia fue hallada enterrada en un campo propiedad de la familia de Nacho, y a eso le quisieron agregar que el joven también era propietario de una escopeta calibre 16.
Quizás no contaban con que el fiscal iba a procurar tener el testimonio vía videoconferencia  como ocurrió durante la 12ª audiencia donde Nacho negó ser propietario de cualquier arma.
Nacho contó sobre su examigo sus problemas con la droga, su costumbre de pelear casi todos los fines de semana, y la relación fría y distante que mantenía con su mamá y la frase que le escuchó decir en varias oportunidades: “Ya no me va a molestar más”.
En resumen, de los testigos que restan por declarar ninguno logrará aportarle algo que le alivie en relación a la cantidad de testimoniales adversas que ya tuvo Sanz a lo largo de lo actuado hasta acá.
En tres semanas, será la hora de la verdad cuando lleguen los alegatos y se sepa qué pena pide la fiscalía y la querella para el hijo de María Eugenia.
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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