Candidatos que no cumplen lo que prometen o que prometen cosas que saben que no van a poder cumplir lo único que hacen es deteriorar aun más la falta de credibilidad.
Dejeme decirle, compatriota, que si usted sigue creyendo en promesas electorales es porque tiene un nivel de esperanza “modo Dios”.
Si acepta que le exageren, que le distorsionen, que le mientan, que le sobreprometan, será porque su necesidad de creer (en que otra construcción nacional es posible) no tiene límites.
Si se niega a ver los índices económicos y el nivel de la crisis en la que nos hemos metido y, paralelamente, cree que algún candidato vendrá a remediar rápidamente esos problemas, es porque ve muchas películas y series.
Hemos señalado en numerosas editoriales esa suerte de infantilización de nuestra participación política que nos lleva a ver en los discursos algo que en la realidad no se evidencia ni por asomo.
Si es cierto que hubo un “relato” vinculado a CFK, no menos cierto es que también está en vigencia otro “relato” vinculado a MM. Ambos, con idéntica pretensión de hacernos creer que no estaba/está pasando lo que sí acontece.
No debe haber en nuestra historia contemporánea reciente mayor mal de nuestra economía que la inflación. No sólo porque deteriora nuestra capacidad de compra sino porque nos obliga a tomar decisiones apresuradas con tal de no seguir perdiendo dinero.
Es cierto que algunos se hicieron expertos en sortear esa pérdida adquisitiva, pero no menos cierto es que la mayoría queda “engrampado” en ese juego y va perdiendo gradualmente su combate y casi nunca sale hecho.
La mayoría coincidirá en que el mayor fracaso de la clase gobernante de los últimos 60 años fue frente a la inflación (Habría que agregarle que también se fracasó frente a la reducción de al pobreza). Por eso, el ruego: dejen de prometer utopías, sean sinceros, y asuman la gravedad de nuestra situación mediata.
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Lo que se deteriora es la credibilidad, no la falta de credibilidad. Si deterioro lo opuesto a la credibilidad, estoy mejorando la credibilidad.
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