Por: Lic. Pablo Rosalía y Lic. Patricia Rionda (Asociación Cultural Relatos del Viento).
Primero su sonrisa cándida. Luego su nobleza forjada por toda una vida junto a la madre naturaleza, ya sea en su chacrita o el exigente tambo. Yo todos los días me levanto, salgo afuera, abro los brazos y saludo al sol, nos dijo por si quedaban dudas.
Conocimos a Anita en los encuentros del Hogar de Día de Colonia Caroya. Llegaba siempre puntual, alegre y con alguna novedad por compartir: yuyos, libros sobre medicina natural o amuletos para dolencias. Así de generosa cómo es ella. Pronto nos dimos cuenta de que se trataba de una mujer-algarrobo, o sea, una persona fuerte, bien plantada y con muchísima sabiduría. Anita fue atesorando conocimientos a lo largo de sus años, con el infalible ejercicio de escuchar acá y allá y poner en práctica lo aprendido. Luego de varios encuentros, la invitación a su casa cayó de maduro: ella se moría de ganas por compartir y nosotros por aprender.
Anita vive en el paraje-barrio Puesto Viejo, en las afueras de Colonia Caroya, el mismo Puesto Viejo que la vio nacer y criarse, allí donde lo autóctono aún se expresa con fuerza y espera, algún día, poder expandirse.
En ella confluyen las creencias, ritos y saberes ancestrales de dos culturas: la gringa y la nativa. Por eso, en su casa nunca faltan los licores, los dulces caseros y los yuyos medicinales, ¡si hasta una pava tiene destinada a tal fin! Una vez hice fideos en la olla donde el día antes había hervido hierba del sapo para que mi marido se lavase la cabeza. Pensé que estaban malos porque salieron requete amargos… Y no, había sido por hervir la hierba del sapo nomás. Desde esa vez tengo una pava solo para los yuyos. Aclarado esto, empiezan a rodar los mates y los relatos.
Al comenzar la charla profunda, se ataja diciendo que una enfermedad que tuvo a los cuarenta y pocos le hizo que se olvidase de muchas de las cosas de antes; Le digo la verdad que yo no me acuerdo muy mucho de las cosas de antes, por ahí me acuerdo, por ahí no. ¡Pues menos mal Anita que nos aclaró. Porque resulta que de cada tema habló como para armar una enciclopedia!
Fue ella, justamente, de quien oímos por primera vez muchos saberes, como la técnica del grillo para que los chicos se larguen a caminar, o que el pelo que se cae o se corta; no hay que tirarlo porque los pájaros se lo llevan para hacer nido y da dolor de cabeza. Cortar las tormentas a la vieja usanza y quitarse los testes con los rayos son prácticas aún vigentes en la cotidianeidad de Anita. Creencias profundas y antiguas: un valioso tesoro que por suerte, su familia sabe apreciar; Depende de la casa, porque hay abuelos que al mismo tiempo les seguimos enseñando, les seguimos inculcando la cultura de antes, pero hay abuelos que no les enseñan.
Como tantas personas de su época le tocaron muchos años duros, muy duros, esfuerzos no obstante teñidos de dignidad. Recuerda levantarse a las 4 de la madrugada para atender el tambo; con lluvia, frío y barro, ¿cómo no me van a doler los huesos ahora? Pero de todos los años dejados atrás, el recuerdo que le hace brotar la sonrisa más linda del mundo es el de sus cinco hijos, con la aclaración de ‘me salieron traviesos’, y también el de sus nietos y bisnietos, algunas de las cuales comparten respetuosas esta charla, dejando patente ese puro amor entre la nona y las nietas.
El sol de otoño se despide temprano. Cuando ya parecía que nos íbamos, Anita nos arma una visita guiada por sus queridas plantas de afuera. Las acaricia, les habla y ellas se van a dormir felices. ¡Ay Anita! Que ganas de seguir charlando che… Preparate que en cualquier momento te caemos de vuelta.
Técnica para los chicos que tardan en hablar: hay que darles de beber el agua en un cencerro. Luego también me dijeron que, si no tenía cencerro, servía un cucharón viejo.
Para el dolor de oídos: Juan Roya le dijo a mi marido: buscá una piel de víbora, hacela freír, ponele en lo oídos, que se va a olvidar el chico del dolor de oídos. Y mi hijo, hasta que estuvo conmigo, nunca más tuvo dolor de oídos.
La hierba del sapo es muy buena para el hígado. Vos andás mal, te pones la mitad de la hojita en el mate o te hacés un té. Lo mejor que ahí para el hígado.
No hay que romper el hielo o escarcha; No, yo a los míos lo restaba, y el gusto de ellos era romper el hielo. Lo rompían sí, pero era el viento seguro. Viento norte o viento sur, viento norte o viento sur. Cualquier viento venía.
Sobre el pelo que se cae o se corta; Así me dijeron a mí, que el pelo nunca hay que tirarlo ni al patio, ni nada. No hay que tirarlo, porque le hacen nido los pájaros con ese pelo y te hace doler la cabeza.
Nombre: Anita Rizzi de Santillán
Nacida y criada en: Puesto Viejo, Colonia Caroya
Edad: 74 años
Sus mejores recuerdos: las travesuras de sus cinco hijos e hijas.
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