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Olga Prosdócimo, la querida maestra que marcó una generación en Caroya

Su historia sigue vigente en la memoria de su familia y amigos, a casi treinta años de su fallecimiento.

Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)

En la década de 1930, nació en Tronco Pozo quien sería una de las docentes más recordadas de la ciudad. Hoy, es una de las tres mujeres que fueron reconocidas por la comunidad, inmortalizando su nombre en la calle 46. Esa elección no fue casualidad ya que cruza por frente de la institución a la que dedicó gran parte de su vida, la escuela General San Martín. 
“Había muy poca gente en el lugar (Tronco Pozo) y usaba unos ladrillos como alumnos. Ella sabía que iba a dar clases. Desde los cinco años, ya estaba preparándose para eso. Cuando fue adolescente, en un contexto de un patriarcado fuerte, decidió irse a Córdoba a estudiar y, por supuesto, mi abuelo le hizo la vida imposible. Las mujeres no se iban a estudiar en esa época, las mujeres se casaban o se quedaban en la casa. Pese a todo, mi mamá se fue”, comenzó el relato su hija Patricia Mansilla. 
 Ni bien culminó los estudios secundarios en el Colegio del Huerto, partió a la ciudad para cumplir su sueño, ser maestra.  A los 17 años volvió a su ciudad natal para dar clases y de allí nunca se detuvo hasta su jubilación. Años más tarde de su alejamiento de las aulas y luego de luchar contra el cáncer, murió a los 55 años. Poco tiempo después, decidieron nombrar una calle con su nombre. 

Estrella de rock  

Patricia es cantante y docente. Decidió utilizar una particular analogía para describir a su madre: “Hoy, entiendo que era una mujer que nació equivocadamente en una época. Debería haber vivido ahora, a lo mejor. En aquella época le fue muy difícil, pero igualmente lo logró. Lo que la llevó siempre a estos lugares de reconocimiento fue su pasión. Mi mamá era una mina (sic) apasionada tanto como un músico de rock, tenía un rock ahí con su docencia y con esta cosa de llevar gente a leer la biblia a mi casa. Todo era desmedido, muy rockera”.    
Ese impulso que la caracterizó, no siempre fue fácil de sobrellevar. No había día ni horario para enseñar, cualquier oportunidad era válida. Olga iba a las cortadas de ladrillos a alfabetizar a quienes no sabían, recibía en su casa a todos los alumnos que tuvieran dificultades para comprender las materias o daba catequesis y apoyo escolar en la parroquia.
Para Patricia fue un reto “amigarse” con la personalidad fuerte e independiente de su madre, pero también reconoció que jugó un papel fundamental en su forma de ver la vida. “Uno termina repitiendo y pudiendo entender la pasión, porque lo de mi mamá era una pasión”, aseguró. 

Mujer bendita 

Susana D’Olivo participa del taller literario Palabras en Libertad, espacio que eligió en su cuarto libro reconocer a hacedoras de Colonia Caroya, por ejemplo, a Olga Prosdócimo bajo el título de Benditas mujeres. Fue justamente Susana quien la recordó por haber sido su alumna y luego colega.  
“La conocí de bastantes chiquilinas cuando yo estaba por entrar al Colegio del Huerto y ella daba clases particulares de preparación para entrar a primer año. También enseñaba francés. Desde ahí aprendí a quererla mucho porque era realmente una docente de mucha vocación. Ella nos inculcaba y nos decía, ‘chicas, si quieren conseguir algo con los chicos háganlo con amor. Sin amor no se llega a los alumnos’”.
Selva Díaz, por su parte, también compartió momentos con ella en los pasillos de la escuela. Eligió recordar la paciencia con la que la acompañó durante los primeros pasos en la nueva institución. “Yo venía de una escuela del campo que tenía tres grados y eran los primeros. Para mí fue un cambio rotundo pero ella me enseñó, me invitó a su casa. Me enseñó a planificar porque no había hecho una planificación nunca. Excelente compañera, como vicedirectora y directora. Tengo los mejores recuerdos de ella”, narró. 
Claudio Minoldo

Claudio Minoldo

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