Sinceramente, nunca imaginé que iba a tener que escribir sobre mi vida. Mucho menos tener que describir una experiencia realmente espantosa que no le deseo a nadie, aunque también sé que muchas mujeres tienen que soportarla a diario.
Algunos la toleran porque es su única fuente de trabajo y no pueden irse; otras deciden retirarse y buscar otro lugar para trabajar; otras sufren en silencio; otras esperan hasta que los hostigadores se van, cambian, o se cansan. Otras tomamos la decisión de decir: “Basta” y enfrentarnos a estos seres que solo desparraman oscuridad.
Durante muchos meses, tuve que convivir con una sensación de desasosiego, de profunda tristeza, de desilusión. Un día sentía que tenía todo lo que siempre había soñado y, de repente, alguien ingresa en tu vida para cambiarlo todo, para destruir tus ilusiones, tus alegrías, tus ganas de vivir. Sé que a muchos puede parecerles exagerada la descripción, pero quiénes atravesaron una circunstancia similar saben perfectamente de lo que les hablo.
Un día, sos feliz en tu lugar de trabajo con la tarea que desempeñás hasta que, casi sin darte cuenta, empiezan a menoscabar tu integridad psico-emocional, empiezan las agresiones verbales, las intromisiones en tu vida privada y sexual, las descalificaciones, la quita de tareas, las persecuciones.

En un momento, te encontrás llorando en tu casa, frente a tu hija de 3 años, absolutamente vulnerable y golpeada en tus emociones, en un pozo del cual no podés salir. Empecé a sentir pánico cada vez que sonaba mi despertador para ir a trabajar, cada vez que llegaba a mi trabajo y cada vez que tan sólo escuchaba el nombre de ese ser que tanto daño me causó.
Lo viví y me animé a hablar, a decir: “Basta, hasta acá llegaste”. No se queden calladas, no toleren estas situaciones, no permitan que personas así de oscuras opaquen sus vidas, no permitan que sus hijos se críen con la cruel sugerencia de aguantar que ya va a pasar.

El acoso sexual no sólo se trata de que nos toquen una parte de nuestro cuerpo. La violencia no solo consiste en un golpe físico. Todos los días hay centenares de personas que se callan por miedo. No hay que callarse más, hay que acudir a personas y organizaciones que están para contenernos, apoyarnos y ayudarnos para salir de estas situaciones horribles. Hay que animarse a salir a buscarlas. No permitan que nadie se crea con derecho de arrebatar sus vidas ni de quitarles la sonrisa. Digan: “¡Basta!”.
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