Por: Lic. Pablo Rosalía y Lic. Patricia Rionda (Asociación Cultural Relatos del Viento)
En estos 14 años no hubo ni una sola persona que no nos haya sorprendido en sus sendas de la memoria.
Pero cada tanto aparece alguien que, en la jerga futbolera, la descose. Cariñosamente, les decimos los “Messi” de las Tradiciones Orales.
Un jugador como estos es Miguel Bosio. Su musculosa memoria avanza y retrocede como quiere, gambetea los años, deja atrás las marcas de la vida y te remonta el recuerdo intacto, como si nada che.
Conocimos a Miguel en los Encuentros de Tradición Oral que realizamos en el Hogar de Día de Colonia Caroya. Las chicas del Área de Adultos Mayores ya nos habían advertido: “¡No saben lo que es Miguel…un capo! ¡Tienen que conocerlo!” Dicho y hecho. Ya en el primer encuentro se despachó con el método para cortar las tormentas feas, “rezándole a las nubes huracanadas” con una fórmula mágica que, como manda el ancestral oficio, se la reservó para sí. Respetuoso, en las tertulias que le siguieron se contuvo lo más posible, ofreciendo pases de recuerdos y cada tanto, algún gol de media cancha con algún cuento, costumbre o creencia narrada con excelencia.
Cuando la memoria de Miguel fue un dique por colapsar, decidimos seguirla en su casa para dejarnos arrastrar por la inminente inundación de recuerdos. La prueba está que cuando llegamos, se encargó de atropellar la fiaca siestera evocando al Tololo, su fiel caballo-compañero, bicho manso si los hubo.
Conocimos al orgulloso Tololo en una fotografía, tirando con garbo su hermosa jardinera. Ahí nos contó Miguel que los pingos fueron una de sus pasiones. Experto jinete y amansador, recalcó una y otra vez que para domar un caballo nunca hay que pegarle; “Ahora van de gauchos y lo maltratan al caballo, pero el gaucho cuidaba al caballo y al perro…” Relojea a su compañera que escuchaba ensimismada, nos guiña un ojo y suelta; “¡Y a la señora también!” Las risas no impidieron que el recuerdo siga fluyendo; “Me llamaban El Brujo por la habilidad de amansar hasta los potros más bravos, pero sin sacar el rebenque ni una sola vez.” Tal ha sido el título, que hasta el legendario cuatrero “Nene Arguello” fue a pedirle cuentas por un moruno sin pagar.
Y si hablamos de medicina natural, Miguel es un libro abierto. Así como te receta un yuyo para el empacho, te recomienda un remedio para los huesos o te enseña como usaban el grillo cuando la criatura tardaba en caminar.
Como nadie, imita el sonido de los animales del monte, ya sea por caza, ya sea por hermanad. Eso lo lleva a contar –impecable- varios episodios del pícaro zorro, historias de brujas- pájaros o la manipulación del sapo para amañar las carreras de caballo.
La charla va finalizando mientras paseamos por su quinta utuca de zapallos, tomates, lechugas y achicorias que desafían la lógica productiva-capitalista; “Yo no le echo ningún químico y mire como están, ni una plaga.” Miguel no fue a ninguna cátedra ecologista ni perteneció a ningún movimiento.
En el reside ese respeto antiguo y heredado por la madre tierra, por eso no fue extraño cuando nos confesó que a la hora de sembrar “primero le pedía a la naturaleza para que me ayude, me de suerte” y que en el poco monte que nos dejaron, aun quedan los jefes como ciertos árboles ancianos y antaño, los dueños de los animales.
Cuando ya teníamos un pie dentro del auto, Miguel otea al Tata Inti que hacia el oeste enchastraba las nubes: “Mire como entró el sol, todavía no hay esperanza de que se vayan las aguas, ‘ta rojo’”.
Con esa predicción del clima (que por supuesto acertó) y con el corazón agradecido por tantos saberes compartidos (más un ankito de yapa) nos despedimos reflexionando lo de siempre: a la vuelta de la esquina nos espera lo mejor de nuestro Patrimonio Cultural Vivo.
Cruz del Sur: hay que contar las estrellas de la Cruz del Sur de derecha a izquierda y volver 7 veces, dice que eso trae suerte. Pero tenés que asegurarte de acabar por donde empezaste, porque si no trae mala suerte.
Atamiski: es muy bueno para la cuestión de vejiga, para los riñones, ese era el antibiótico que recetaban las curanderas. Yo lo he tomado muchas veces, es fiero, es amargo. Antes le decían “la sombra del león”, porque debajo del atamiski no crece nada, y se ve que se acostaban ahí los leones.
Sapo para dejar de fumar: tenés que abrirle la boca al sapo y meterle un cigarrillo encendido que hayás dejado a la mitad para que le queme la lengua. Luego dejarlo por ahí al sapo y no fumar en 7 días. Cuando al sapo se le cicatrice la lengua, ya no vas a querer fumar más.
Tormentas: yo corto a las tormentas cuando las veo malas, de palabra. Hago las cruces. Las nubes huracanadas son las que llevan todo, hay que rezarles a esas, que se disipen o se desvíen, y cuando menos te das cuenta ya no están.
Nombre: Miguel Bosio
Nacido y criado en: Cañada de Jume, después se fue a vivir a Esquina con su mujer y llegó a Colonia Caroya hace 15 años
Edad: 75 años
Sus mejores recuerdos: su familia, la jardinera y el caballo Tololo.
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Miguel Bosio: Yo abro los brazos y lo espero al viento

Claudio Minoldo
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