Por: Marianela Tabbia (De nuestra redacción)
Desde hace un tiempo, la Dirección de Cultura jesusmariense pensaba en motorizar un proyecto musical de carácter colectivo y anclado en la idiosincrasia de barrio. Así, se concretó en abril de este año la orquesta que hoy reúne a 25 niños y jóvenes de entre 10 y 20 años. Sus integrantes asisten a clases gratuitas, tres veces por semana, de instrumento, lenguaje musical y ensayo grupal.
Las actividades se desarrollan en el IPET 361 y tienen una mirada que va más allá de lo musical. Muchos de los adolescentes se acercan a la música por primera vez, sin conocimientos previos, sin que eso sea un impedimento para formar parte. La gratuidad de la formación y el préstamo de los instrumentos es pieza fundamental para que nadie se quede afuera.
“Nuestra propuesta es una orquesta con instrumentos y repertorio latinoamericano. Nuestra orquesta consta de violines, guitarras, charangos, aerófonos andinos -llámese sikus-, quenas y pincullos, además de instrumentos de percusión como bombos, cajón peruano, bongo, platillos”, resumió Darío Aguirre, su director.
Trabajo en red

Aguirre sostuvo: “La orquesta la hacemos no solo los profes y los chicos sino también la familia y la comunidad del barrio. Hemos tenido varias reuniones con ellos, se muestran muy participativos con iniciativas y ganas de hacer”. Las familias colaboran con actividades para obtener financiamiento cuyo destino es un fondo común para gastos y viajes. El próximo paso es crear comisiones de trabajo y profundizar la labor conjunta.
“Nos damos cuenta -continuó- del gran impacto en los chicos y las familias con testimonios muy emotivos y reales. De repente que una madre vea al hijo que estaba tocando el violín cuando nunca se lo imaginó tocando un violín, emocionada después de un concierto. Ella ve como su hijo toca con otros al mismo tiempo, tocando música con mucha entrega y muy bien además”
Conquistas

Po otra parte, remarcó los beneficios de la actividad en numerosos aspectos de la vida cotidiana de los jóvenes: “Por un lado, el desarrollo cognitivo, el poder de abstracción, procesos neuronales, todo lo que puede aportar la música a la formación integral de una persona. Los chicos aprenden valores sociales como la cooperación, la solidaridad con el compañero, van sintiendo un espacio que les pertenece, donde ellos puedan participar, puedan salir a tocar a otros lugares y conocer a chicos que hacen lo mismo. Ni hablar de cómo trabaja la música la emotividad, la expresividad, la confianza en sí mismo. Una vez que has logrado cosas, va saliendo el yo no puedo´y vas logrando avances. Es un contacto con otro tipo de conocimientos, otras prácticas que muchos de los chicos están descubriendo”

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